viernes, 30 de abril de 2010

Empieza México...

Pocos días antes de convertirnos en inmigrantes ilegales decidimos cruzar la frontera de Tijuana y continuar nuestro camino en México, más concretamente a través de la península de Baja California.
Cruzamos a pie la frontera de Tijuana, el paso fronterizo más transitado del mundo, y pudimos comprobar como hay un flujo incesante de personas en ambos sentidos. Pero claro, la entrada en México no consiste más que en cruzar un puente y una verja. Ni una pregunta, ni un control de pasaporte. Nada. En cambio, hacia el otro lado largas filas de coches y de transeúntes esperaban ser revisados para poder acceder a los EE.UU.

En Tijuana nos esperaba Paola, quien nos iba a alojar en Ensenada gracias al Couch Surfing y que por suerte ese día tenía que ir a Tijuana por temas de su universidad y nos podía llevar hasta la llamada “la bella cenicienta del Pacífico”, aunque antes nos dio un paseo por la loca ciudad de Tijuana donde miles de estadounidenses van a emborracharse si son menores de 21 años, comprar medicinas, ver shows de señoritas semidesnudas, apostar y muchas otras cosas que o no pueden hacer en su país o son mucho más baratas aquí. Desgraciadamente, la violencia que ha estallado hace unos meses a causa del narcotráfico a reducido en gran medida este flujo de turistas.

Ensenada es una ciudad portuaria a una hora al sur de Tijuana y mucho más tranquila y segura que ésta. Nosotros tuvimos la suerte de estar con Paola la cual no tenía que trabajar esa semana y nos hizo muy amablemente de guía. Nos llevó a un mirador donde ver toda la ciudad, nos sacó de fiesta con sus amigos, nos llevó a la universidad a una interesante charla sobre la astronomía maya e incluso nos llevó a una clase de tai chi y nos enseño un lugar donde hacer yoga gratis. Palo estaba muy contenta.
También tuvimos la suerte de que nos dejase unas bicicletas con las que pudimos conocer mejor la ciudad. Incluso fuimos a la versión ensenadense de la Bici Crítica, que acaba de nacer y no cuenta más que con una docena de integrantes. Y confirmamos que los conductores mexicanos tampoco entienden muy bien que la carretera no es sólo para los coches.

Con Paola además aprendimos mucho sobre la cultura maya y su calendario. Nos llevó a una charla que daba sobre el tema y descubrimos que somos “Mano espectral azul” (Palo) y “caminante del cielo cósmico rojo” (Mikel) según el sincronario maya.

Empezamos a degustar la comida mexicana la cual nos sorprendió muy gratamente. Después de haber tomado burritos y tacos en muchos sitios de California(EE.UU.) descubrimos que en México la comida es mucho más variada y sabrosa. Tamales, nopales, enchiladas, moles, tacos de todo lo que te puedas imaginar, todo tipo de sopas y salsas, y para beber, nos quedamos con las aguas frescas que son zumos aguados servidos con hielo y tienen de todo tipo de frutas, hasta de flor de hibisco. Aunque nada mejor que la comida de la nanita de Paola(su abuela), la cual nos preparó un fabuloso pollo pipian con ese sabor que sólo las abuelas consiguen.
El día que fuimos al supermercado para buscar algo al final nos pasamos la tarde entera descubriendo los nuevos alimentos y los nombres que les ponen a los que ya conocemos (los melocotones son duraznos, los pimientos chiles y la remolacha betabel). Y no sólo la comida se llama de manera distinta, una gran cantidad de cosas y expresiones se dicen de diferente manera y la comunicación resulta a veces complicada, más de lo que creíamos, aunque esto es algo que se merece una entrada aparte.
Además, aunque Baja California es de media un 25% más caro que el resto de México por fin pudimos una compra de fruta y verdura que no nos costase un ojo de la cara. Ya iba siendo hora de que el Big Mac saliese más caro que tomar verdura hervida.

Nuestro último día en Ensenada lo dedicamos a ir a la Bufadora, un lugar a unos 40 Km donde hay una cueva con una salida en lo alto donde el oleaje penetra y landa chorros de agua a presión varios metros por el aire haciendo un ruido parecido a un. Aunque la leyenda cuenta que se trata de una pequeña ballena que quedó encallada en las rocas y que lanzaba un chorro de agua para pedir ayuda a sus congéneres hasta que con el tiempo se convirtió en roca. Un sitio curioso aunque por desgracia parada obligatoria para los cruceros que paran en Ensenada.

Al día siguiente por la mañana tomamos un autobús (aquí lo llaman camión) rumbo al sur, a Cataviña, siete horas de trayecto para llegar al desierto.

Paloma y Mikel

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miércoles, 28 de abril de 2010

Paranoia ocular

martes, 27 de abril de 2010

Good bye USA

Nuestro último destino en EE.UU. era la fronteriza ciudad de San Diego. Para llegar hasta allí compramos un billete de tren, lo que no nos esperábamos era que fuese a durar trece horas y sobre todo cambiando dos trenes y un autobús. Esta es la realidad del sistema ferroviario estadounidense. Casi inexistente. Pero que hay reconocer que a nosotros nos encantó el viaje, ya que la mayor parte del tiempo el tren circula pegado a la costa, brindando unas maravillosas vistas.
En Del Mar (unos kilómetros antes de San Diego) nos bajamos, ya que en este pequeño pueblo viven los Vicario Stabile, una familia de origen argentino emparentada con la familia de Mikel. De hecho, además de Paula y Daniel(los padres) y de Iván, Carolina, Marina y Martín(los hijos) estaba la abuela Loli, prima hermana de la abuela de Mikel, las cuales se criaron juntas por un tiempo en Argentina antes de que la abuela de Mikel regresase a España. La casa estaba llena de alegría con tanto movimiento y a nosotros nos encantaba formar parte de ello. Enseguida nos dimos cuenta de que aunque todos los hijos ya hayan nacido en EE.UU. conservan un carácter latino y un espíritu familiar que nosotros no habíamos respirado en otras casas durante nuestro viaje. Nos sentimos como en casa desde el primer momento y pudimos disfrutar de un asado, largas comidas con sobremesa y café (que por fin no sabía a agua sucia), cenas más tarde de las ocho con aperitivo y compañía de primos que pasaban de visita, interesantes charlas con Paula mientras cocinábamos y, sobre todo, entrañables momentos con la abuela Loli reconstruyendo nuestros árboles genealógicos (ese que Mikel nunca se aprendió) y recordando historias de cuando era niña y jugaba con la abuela de Mikel (como cuando su abuela le puso pis en el bote de colonia y casi se lo echa encima).
Sin dudan alguna lo mejor de San Diego han sido los Vicario Stábile.

San Diego en cambio nos decepcionó un poco. Tal vez porque teníamos muchas expectativas después de que tanta gente nos lo hubiese recomendado, pero nos esperábamos una ciudad con un encanto colonial y no nos pareció una ciudad muy distinta a otras ciudades que ya habíamos visitado.
Lo que más nos gustó fue Balboa Park (el mayor parque de la ciudad) donde además de la naturaleza uno puede disfrutar de varios museos y un jardín botánico que se encuentran en edificaciones inspiradas en el periodo colonial. Además hay un mercado de artistas que nos gustó mucho ya que es como un pequeño pueblo, con una plaza central y los adoquines pintados de colores. Nosotros, por no ver más de lo que ya hemos visto muchos otros museos fuimos al museo de la fotografía que nos gustó aunque era bien pequeñito.
Además paseamos por el barrio el animado barrio de Gaslamp, por su Little Italy y por el embarcadero, donde uno puede ver la cercana base naval con enormes buques de guerra atracados e incluso subirse (previo pago, claro) en un portaviones ya fuera de servicio.

Uno de los días nos fuimos con el hijo mayor, Iván y con Gonzalo, uno de los primos, a La Jolla (sí, escrito con ll), un bonito pueblo cercano a San Diego muy de moda, a tomar unas cervezas. Después nos fuimos de fiesta con Nico, otro primo, a Pacific Beach, el lugar donde encontrar discotecas y bailes donde ligar.
Porque en este lugar se baila apretado, muy apretado. Se acabaron las miraditas y los sutiles flirteos para embelesar a una dama. Ahora de lo que se trata es de arrimarse todo lo que se pueda a la presa elegida y bailar al estilo “perreo” (para los que no lo conozcáis, es algo que se merece dos rombos). Eso sí, tendrás que pelear con otros buitres que planean por la zona, y nos esperes que porque la chica te haya dado unos cuantos culetazos la tienes en el bote, puede que solo esté jugando contigo y te vayas con rabo entre las piernas. Siglos de lucha por la liberación de la mujer para llegar a esto.

Y claro, también disfrutamos de Del Mar, el bonito pueblo donde viven, con su inmensa playa, sus bonitas casas y un bonito cañón que quedaba justo al lado de casa y que conectaba con unas marismas.
Fue una bonita despedida de Estados Unidos ya que después nos esperaba la frontera y al otro lado, un nuevo país por descubrir, México.

Paloma y Mikel

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sábado, 24 de abril de 2010

Fronteras

Se acabó nuestro tiempo en Estados Unidos, ya que como europeos sólo podemos estar tres meses en calidad de turistas. Y supuestamente debemos sentirnos afortunados porque si nuestro pasaporte fuese de otro país la posibilidad de viajar de esta manera (es decir, sin necesidad de visado) habría sido más difícil o incluso imposible.

Reflexiono acerca de las fronteras, los visados, los países...y los movimientos de las personas entre ellos. A veces por placer, otras muchas por necesidad. La injusticia de que dependiendo de donde hayas nacido condicione tus posibilidades de moverte. Y no sé a que conclusión llegar, pero me vienen a la memoria frases del primer libro que me he leído en el viaje, el cual recomiendo a todo el mundo. Se llama “El mundo de ayer” y es la autobiografía de Stefan Zweig, un escritor austriaco judío que vivió las dos guerras mundiales y dadas las circunstancias tuvo que andar moviéndose de un lado para otro.

Os dejo con un par de reflexiones que encontré en sus páginas:

“Antes de 1914, el mundo pertenecía a todos los hombres. No se conocían permisos ni prohibiciones, se viajaba a India y a EE.UU sin poseer pasaporte ni haber visto jamás semejante instrumento. Se subía y se bajaba de los trenes y vapores sin preguntar ni ser preguntado; no había que rellenar uno solo de los centenares de formularios que hoy se exigen. No había autorizaciones, ni visados ni clase alguna de molestias. Las mismas fronteras que hoy los aduaneros, policías y gendarmes transforman, debido a la desconfianza patológica de todos contra todos, en un alambrado de púa, no significaban más que líneas simbólicas, que se cruzaban tan despreocupadas como el meridiano de Greenwich”

“Antes, el hombre sólo se componía de un alma y de un cuerpo. Hoy necesita, además, un pasaporte; de lo contrario, no se le trata como a un ser humano”

Palo

viernes, 23 de abril de 2010

99 cents

La foto que encabeza se llama 99 cents, del fotógrafo Andreas Gursky. Refleja muy bien el consumismo de un país que ha derivado en una increible variedad de productos increible. En los supermercados cada producto tiene 10 variedades distintas. Para gustos colores, como se ve en la foto.

Mikel

martes, 20 de abril de 2010

Un templo natural

Si ya teníamos claro que California es un estado de una gran belleza natural, nuestra visita de tres días al parque nacional de Yosemite terminó de confirmarlo.

Después de casi cinco horas de viaje por carretera llegamos al grandioso valle de Yosemite con sus increíbles formaciones de granito, sus cascadas y sus gigantescos árboles. Como uno de los padres de la ecología estadounidense lo describió, “ningún templo hecho por el hombre puede compararse con Yosemite”.

Yosemite es uno de los parques nacionales más importantes de todo EE.UU. Formado por la erosión de un glaciar hace millones de años, fue declarado parque nacional en 1890. Entre sus bellezas naturales se encuentra el famoso “El Capitán” la mayor formación monolítica de granito que existe cuya ascensión de 2307m. es el sueño dorado de todo escalador. Podéis contemplarlo a la izquierda de la foto que encabeza esta entrada.

Otro de los puntos más característicos del parque, que de hecho sirve de emblema, es el “Half Dome” (La media cúpula), un enorme pico de 2695m. que podéis ver al fondo de la foto.

Además, en esta época del año pudimos admirar las numerosas cascadas que salpican las laderas del valle haciendo la vista todavía más dramáticamente bella.

Por último, entre las maravillas que alberga están su flora y su fauna, con una gran colonia de osos negros que campan a sus anchas por el parque (nosotros tuvimos la suerte de ver dos) y una considerable cantidad de las escasas secuoyas gigantes, el organismo vivo más grande del mundo; al lado del cual nuestra mayor encina parece un seto de jardín. Algo indescriptible.

Una de las primeras cosas que hicimos fue contemplar la majestuosa vista del valle que ofrece el Inspirational Point, donde uno siente estar admirando la mayor obra de arte jamás creada. Podemos parecer un poco pedantes, pero es que de verdad que no tenemos palabras para describir lo impactante de este lugar.

Desde el primer momento teníamos claro que había que aprovechar lo más posible nuestra corta estancia en este lugar, así que nos fuimos pronto a la cama y al día siguiente nos levantamos pronto para hacer una extenuante marcha a lo alto de una catarata, donde pudimos comprobar que todavía quedaba muchísima nieve por esas cotas. Nos encantó volver a encontrarnos con esa reconfortante sensación de quién logra con gran esfuerzo físico subir a un pico y verse recompensado con sus increíbles vistas. Y aunque seguimos con agujetas, creemos que no estamos tan mal de forma como pensábamos.

Ese mismo día nos hicimos una corta excursión a un lago cercano en el que se reflejan los altos picos de roca desnuda. Aquí uno podía dejar correr la imaginación pensando en las comunidades de nativos que habitaban el valle y que antes de que llegaran los mineros europeos en busca de oro y hordas de turistas en busca de inspiración o una foto, vivían en armonía con la naturaleza de la cual formaban parte.

Después de tal tute y una ducha caliente, os podéis imaginar que nos fuimos a la cama bien temprano.

Al día siguiente tocaba otra excursión siguiendo el curso del río Merced a lo alto de otras dos cascadas. Una marcha que nos gustó mucho no solo por las vistas de la cima sino porque durante todo el camino las cascadas te refrescan con el agua que salpican en su caída. Arriba tuvimos que volver por donde habíamos venido ya que la nieve impedía el paso por el camino que habíamos seleccionado.

Y para decir adiós al parque esa tarde nos fuimos a ver una de las zonas donde crecen secuoyas gigantes, unos árboles mastodónticos mas altos que la Estatua de la Libertad y en los que algunos promotores de turismo en la zona llegaron a cortar túneles en su interior por que el podían circular los coches. Milenarios, reminiscencia de la época en la que los dinosaurios poblaban la tierra, este árbol sólo se encuentra en unos pocos puntos de la sierra de California y su ansia por conservarlos protegiéndolos de los incendios casi termina con ellos ya que se descubrió que necesitan incendios periódicos para poder reproducirse. Un ejemplo más de lo complicado y delicado del equilibrio natural.

Así se acababa nuestra visita a la Sierra Nevada californiana, sin duda el lugar más bonito en el que hemos estado desde que empezó nuestro viaje. Esperamos que no sea el último.

Paloma y Mikel


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jueves, 15 de abril de 2010

Monterey y el Gran Sur

Con ganas de naturaleza emprendimos rumbo sur a hacer un par de excursiones, primero a la península de Monterrey y luego a Big Sur.
La primera de ellas consistió en recorrernos en bicicleta el famoso 17 miles drive, una carretera que recorre la península de Monterrey pegada a la costa entre preciosas playas, acantilados, grandes mansiones y exclusivos campos de golf.
En esta época del año estaba muy bonito todo florecido. Además nos quedamos maravillados con un árbol que sólo se encuentra en esta zona, el ciprés de Monterrey, que no tiene nada que ver con nuestro estirado ciprés. Aquí su sombra no es alargada ya que son como bonsais gigantes con troncos y raíces retorcidas y con las formas más originales. Mikel no podía parar de hacer fotos.
También vimos muchos ruidosos leones marinos que se concentran en rocas cercanas a la costa.

La segunda excursión que hicimos fue la parte de la costa de California llamada Big Sur. En esta zona las montañas llegan hasta el océano y hay una carretera muy conocida que la recorre con espectaculares vistas en cada giro. El primer día que estuvimos por allí nos fuimos a Point Lobos, una pequeña península convertida en reserva natural y una de las primeras reservas marinas de Estados Unidos. Nosotros nos dedicamos a pasear contemplando la naturaleza. En las pequeñas calas podían verse varias focas con sus crías, ya que justo coincidía con la época en la que nacen. Además pudimos ver leones marinos, ciervos y hasta una nutria de mar. Todo esto sin dejar de maravillarnos con los espectaculares cipreses.
Después de recorrernos la costa en coche y contemplar como se ponía el sol en el horizonte del Pacífico acampamos en el Parque estatal Big Sur Pfeiffer entre imponentes secuoyas(lo que aquí llaman Red Woods , ya que secuoyas sólo le llaman a sus hermanas las secuoyas gigantes las cuales son mucho más escasas y no crecen en la costa). Estábamos motivados porque por fin utilizábamos nuestro material de acampada que tanto nos pesa en la mochila. Por suerte no tuvimos que utilizar nuestra enana tienda de campaña ni nuestros ligeros sacos ya que nos dejaron un equipo más acorde con el frío que hacía.
Aunque un poco congelados, nos levantamos con alegría y con ganas de salir a explorar el valle en el que estábamos. Así que nos fuimos de excursión a un pico no muy lejano desde donde había buenas vistas y luego anduvimos hasta unas cascadas. Al estar en primavera todos los ríos y arroyos están en su máximo esplendor y pueden verse muchos saltos de agua que en otras épocas del año desparecen. Pero fue mucho más impresionante la catarata de nuestra siguiente parada, McWay Falls, una catarata que cae en una paradisíaca cala.
La tarde antes de volver a Santa Cruz la pasamos en Pfeiffer beach, una de las pocas playas de Big Sur y un lugar difícil de encontrar ya que por lo visto los locales no dejan de arrancar la señal que indica donde está para que no se llene de turistas.
De vuelta a casa hicimos una visita a la biblioteca de Henry Miller la cual se encuentra en un recodo de la carretera, escondida entre los árboles. Este famoso escritor vivió en la zona durante un largo período de su vida y tras su muerte un amigo suyo cedió su casa para convertirla en una biblioteca en su honor donde también hay conciertos y proyecciones. Miller debió quedarse fascinado con la belleza de estos parajes para decidir pasar aquí los últimos 20 años de su vida. Le entendemos.
A nosotros también nos ha pasado.

Palo y Mikel

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martes, 13 de abril de 2010

Un mar a dos mil metros de altitud

Invitados por nuestra familia adoptiva durante estos días en la costa oeste marchamos rumbo norte al Lago Tahoe. Un espectacular lago de montaña situado entre California y Nevada en un entorno idílico. Era la primera vez que veíamos un lago de tales dimensiones rodeado de altos picos nevados.
Esta vez la suerte estuvo de nuestro lado respecto al tiempo puesto que este año había estado nevando hasta mediados de abril, justo los días previos a nuestra llegada. Pero los tres días que pasamos ahí tuvimos un sol radiante. De hecho el primer día acabamos con la cara abrasada por no habernos echado crema.
Como nuestro presupuesto no está diseñado para caros deportes como el esquí, decidimos probar nuevos deportes. El primer día nos alquilamos raquetas de nieve e hicimos una preciosa excursión por nieve totalmente virgen y por sitios donde no nos encontramos a nadie. La verdad es que la experiencia de las raquetas se la recomendamos a cualquiera.
El segundo día probamos el esquí de fondo. Nos fuimos a un bosque de la zona y derecha-izquierda, derecha-izquierda. Había muchísima nieve y no íbamos por pista la mayor parte del tiempo, así que la experiencia fue dura, sobre todo la subida. La bajada fue más divertida con unos cuantos culetazos incluidos. El tercer día todos se fueron a montar en moto de nieve y nos invitaron. Fue divertido aunque muy ruidoso. Nos quedamos con el silencio de nuestra excursión con raquetas.
Todo esto mezclado con tardes tranquilas de pelis, partidas de póker y baños calientes.
Fue nuestra primera experiencia intensa con la naturaleza en Estados Unidos y la verdad es que ya teníamos ganas después de tanta ciudad. Pero no iba a ser la única, ya que California nos deparaba muchas más...

Palo y Mikel

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viernes, 9 de abril de 2010

The ultimate Wal Mart experience

miércoles, 7 de abril de 2010

La ciudad del surf

Después de Las Vegas, San Francisco nos pareció aún más bonito. Estuvimos alojados un par de noches en casa de Mick, un amigo de Palo, que nos trató estupendamente en su bonita casa en el barrio de Russian Hill que comparte con su novia. Como despedida de la ciudad por fin fuimos a visitar el Golden Gate Bridge. También intentamos ir a visitar un gran mural de Diego de Rivera que se encuentra en una universidad cercana, pero resultó que había vacaciones y estaba cerrada.
Para nuestro consuelo tuvimos una intensa clase de yoga gratis y en una librería de segunda mano muy curiosa nos regalaron la cena. San Francisco nunca deja de sorprender.
Nuestro siguiente destino era Santa Cruz, pero antes hicimos una parada en Cupertino para comer con Helen, la abuela americana de Mikel. Esa misma tarde llegamos a casa de los tíos americanos de Mikel que viven en una casa a las afueras de Santa Cruz. Este sería nuestro nuevo campamento base en la costa oeste, y así lo ha sido durante 20 días. Barry y Bobbi (los padres) y Grant y Cole (sus hijos adolescentes) han sido como nuestra familia durante nuestra estancia. Cenamos juntos casi todos los días, nos enseñaron a jugar al póquer y a videojuegos, les cocinamos nuestros platos estrella, nos prestaron el coche o las bicis para nuestras excursiones y hasta nos fuimos de viaje juntos al Lago Tahoe (mirar siguiente entrada).
Ojalá tuviésemos una familia así en cada lugar en el que paramos.
Tuvimos mala suerte con el tiempo la mayoría de los días que estuvimos en Santa Cruz porque no paró de llover. Uno de esos días lluviosos nos fuimos a San José a conocer el Museo de la Tecnología. Hay que saber que San José se considera la capital de Silicon Valley, el área con mayor concentración de empresas tecnológicas del mundo (HP, Apple, Google...todas tienen sus oficinas centrales aquí).
Pero por supuesto donde más tiempo pasamos fue en Santa Cruz, ciudad surfera por excelencia donde también conviven hippies, artistas y muchos personajes. De hecho, las dos únicas esculturas dedicadas a alguien en la ciudad son una en homenaje a los surfistas y otra de un personaje local con bombín que toca el serrucho con un arco. Digamos que en sus calles se respira un ambiente relajado. Lo que más nos gustó fue su pintoresca calle principal, donde puedes ver músicos callejeros o artistas que venden sus obras en las aceras. Y por supuesto, el surf, que lo llevan en la sangre. Es alucinante la imagen de decenas de surfistas “cabalgando” enormes olas que rompen a escasos metros de las rocas. Y todavía resulta más alucinante el darte cuenta de que el surfista que te ha dejado boquiabiert@ tiene el pelo blanco.
Santa Cruz es un lugar sin par, y como dice una popular pegatina “Let's keep Santa Cruz Weird” que significa “Mantengamos Santa Cruz raro”.

Palo y Mikel

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martes, 6 de abril de 2010

Adopta una autopista


Si hay algo que se les da bien a los estadounidenses es el sacar dinero de patrocinadores privados. Pero claro tanta filantropía viene a un precio, el precio de hacerle publicidad a los donantes privados que raramente lo hacen sin ánimo de reconocimiento público. De los grandes filántropos de principios de siglo como el magnate del acero Andrew Carnegie, que le puso su nombre a miles de librerías y salas de actos en todo el país no voy a hablaros (ni de Bill y Melinda Gates y su afamada fundación) sino que me voy a concentrar en la filantropía a pequeña escala. En EE.UU. son muy individualistas y por ello creen que la financiación sule ser mejor de manos privadas que de gobiernos, así que para financiarse diversos servicios que generalmente son públicos tiran todo el rato de donaciones. Seguro que los que hayais estado en NYC os habréis fijado en que todos los bancos de Central Park están dedicados a la memoria de alguien (foto). Bueno, esto sucede en la mayoría de bancos públicos de cualquier parque estadounidense. Las salas de los museos se llaman no en función del arte que albergan sinó tras el rico magnate que pagó lo suficiente y en las paredes de la entrada muchas veces se pueden leer los nombres de las empresas y particulares que han donado dinero al museo junto con la cantidad que donaron.
Los estadios de fútbol y teatros tienen nombres de empresas (algo que ya empieza a pasar en España) y como último ejemplo el de la foto. Para financiar la limpieza de las autopistas uno puede "adoptar" un tramo de la misma. Y por supuesto poder poner orgullosamente su nombre (o el de una empresa como es el caso de la foto) en un reluciente cartel y que todos los vecinos sepan lo buen vecino que es.

Mikel

viernes, 2 de abril de 2010

Casinos

Para no haber estado nunca en un casino, no está mal empezar por Las Vegas. De todas maneras, no fue exactamente como nos esperábamos. No encontramos el glamour que nos imaginábamos viendo las pelis de James Bond.

Sin embargo nos encontramos salas gigantescas llenas de personajes bastante esperpénticos: personajes de camisa hawaiana y calcetines blancos; abuelillas cuyos pies cuelgan en la banqueta y no dejan de meter monedas; mujeres demasiado bronceadas con un cigarro en la boca y la cara iluminada por la luz de las tragaperras; granjeros de la américa profunda con gorra, camiseta de tirantes y tatuajes semicarcelarios y otros personajes del estilo.

Los casinos son salas gigantescas con tragaperras de temáticas diferentes, desde las clásicas de las cerezas y las campanas hasta otras inspiradas en series de la tele. Muchas de ellas no son más que pantallas de ordenador con gráficos de la época en la que Xuxa reinaba en la tele.

En estas tragaperras puedes pasarte el día entero jugando partidas de la increíble suma de...¡un céntimo! Y si lo que te apetece es sentirte como un concursante de la tele, puedes acercarte a una de esas grandes ruletas verticales, apostar por un color y esperar a que el tacatacatacatá te haga millonario.

Si todavía quieres emociones más fuertes siempre puedes ir a las mesas de juego a apostar cantidades mínimas de 10 dólares(dependiendo de la mesa puede ser que la apuesta mínima sea hasta de 50 dólares)en el Black Jack, en la ruleta o en los dados. Tres juegos que por mucho que se diga dependen totalmente del azar, eso sí, un azar muy calculado porque “la casa siempre gana”. Si pasas el suficiente tiempo en alguna de estas mesas tendrás la suerte de que alguna camarera se te acerque a ofrecerte alguna bebida gratis. Siempre serán mujeres y llevarán falda muy corta pero la edad dependerá del estatus del casino. Pero si las camareras no te parecen suficiente, muchos casinos tienen alguna bailarina medio desnuda subida en un podio a la que los jugadores parecen prestar poca atención en comparación con el juego.

Otra de las zonas esenciales del casino es la de las apuestas deportivas. Puede parecer la sala de control de la NASA ya que hay una enorme pared llena de pantallas gigantes y rótulos luminosos en los que pasan a toda velocidad resultados incomprensibles. Enfrente, los jugadores pueden sentarse en una butaca y seguir su carrera de perros favorita en una pantalla individual. Desde atletismo hasta golf pasando por partidos de baloncesto de las universidades, se puede apostar a todo.

La última zona es la sala de Póker. Curiosamente, la única en la que no se puede fumar. Allí puedes unirte a una partida en grandes mesas en las que el casino nunca pierde, porque simplemente se lleva un porcentaje de todo lo que uno gane. Nosotros nos quedamos con el mus.

Para haceros una idea del ambiente, hay que saber que no hay luz natural en ningún casino ni ningún sitio donde poder sentarse a descansar que no sea una mesa de juego, una tragaperras o un bar ¿casualidad? No lo creemos.

Bueno, si tienes hambre siempre puedes irte a la zona de comida. Puede que estés en uno de esos hoteles en los que por poco dinero puedes disfrutar de bufé libre durante todo el día. Si no seguro que te encuentras algún McDonalds, Burguer King o similares que suele haber dentro.

Por alguna extraña razón, en todos los casinos hay unas moquetas horribles que cubren todo el suelo y la mayoría de las crupieres son asiáticas.

Si, los casinos en Las Vegas suelen ser así, y quien quiera verlos lo tiene bien fácil, porque sus enormes puertas abiertas (en muchos ni siquiera hay puertas y simplemente se cruza una entrada) invitan a todo el mundo a que disfruten de sus encantos. Adultos, niños y ancianos, todo el mundo es bienvenido en estos templos del despilfarro.

Creo que nosotros hemos tenido suficiente y seguiremos nuestro viaje por algún lugar un poco más auténtico y real.


Palo y Mikel

jueves, 1 de abril de 2010

Welcome to fabulous Las Vegas


Dicen que “lo que sucede en Vegas se queda en Vegas” (What happens in Vegas stays in Vegas), pero bueno, eso se aplica más a quienes los vicios de los que esta ciudad está repleta (no por nada la llaman Sin City, la ciudad del pecado) les llevan cometer locuras que no quieren que trasciendan.

Así que aquí va nuestra crónica de nuestro paso por este espejismo en medio del desierto.

A quienes nos conozcáis os habrá sorprendido bastante el hecho de que Las Vegas haya formado parte de nuestro itinerario. Y tenéis razón, en un principio no figuraba en nuestros planes. Pero resultó que Grant, el hijo de Susan y Allan (y por tanto el “hermano americano” de Mikel), al que no habíamos visto en todo el viaje iba a celebrar su 21 cumpleaños en Las Vegas con unos compañeros. Grant es un marine (el equivalente a un legionario en España) y vive en una base en el desierto de California, no muy lejos de Las Vegas, así que pensamos que la mezcla de marines, 21 cumpleaños (en EE.UU. la edad legal para beber es 21 por lo que este cumpleaños significa fiesta asegurada) y Las Vegas podía resultar explosiva y no nos lo queríamos perder. Además Palo tenía una amiga de allí que podía acogernos. Y nada mejor que una persona local para conocer cualquier sitio.

El día antes de ir a Las Vegas desde San Francisco, Grant canceló la fiesta. Nosotros ya teníamos nuestro plan hecho y los billetes comprados, así que decidimos ir a conocer ese famoso sitio lleno de luces de neón que vemos en las pelis.

Normalmente la gente que visita Las Vegas suele pasar como mucho tres días. Nosotros, que vamos a paso lento e íbamos pasar cinco días, optamos por descansar los dos primeros en casa de Brandy. Además lo necesitábamos después del ritmo de nuestra visita a San Francisco. Así que estuvimos de relax, haciendo la colada, viendo pelis, cocinando para nosotros y para nuestra anfitriona. Brandy vive en la típica zona completamente residencial a las afueras de la ciudad donde todas las casas son iguales unas de otras. Y si Estados Unidos no es un lugar muy adaptado para llegar a los sitios si no tienes coche, Las Vegas es una de las ciudades que mejor lo refleja. A menos de que quieras pasear donde están los casinos, estás perdido.

Nosotros, uno de los días que nos quedamos en casa, nos aventuramos a ir a Wallgreens (Unos ultramarinos muy famosos aquí. Algo así como los chinos, lo tienen todo-excepto alimentos frescos- y están casi siempre abiertos). Casi perdemos la vida en el intento. Ni aceras ni pasos de peatones. Era cómico vernos pasear por un paisaje desértico. La gente desde los coches nos miraba raro. Y a la vuelta, los cientos de casas idénticas hicieron que casi nos confundiésemos y terminásemos en casa de algún vecino.

Sin duda, lo mejor de nuestra estancia fue la compañía. Brandy estaba muy contenta por nuestra visita y muy ilusionada por enseñarnos Las Vegas, más allá de los típicos grandes casinos y los hoteles. Además, aunque dentro de poco piensa abrir su propia tienda de moda independiente(podéis echar un vistazo a su blog sobre el tema) actualmente trabaja como relaciones públicas para diversos sitios de moda y famosos de Las Vegas. Así que nos pudo explicar de primera mano cómo se mueve la ciudad. Un mundo de famosos, algunos un tanto desgastados que llevan años actuando en el mismo casino(dicen que las estrellas van a morir a Las Vegas) y a otros mucho más de moda, aunque algunos un poco casposos, a los que les pagan millonadas por asistir durante treinta minutos a la discoteca de un casino y poder anunciarlo a los cuatro vientos.

La primera noche que salimos fuimos a un par de bares donde es raro encontrar turistas. Primero fuimos a una fiesta de cumpleaños en un bar en el que la temática de la noche era aerobic de los 80, y las camareras estaban vestidas a lo Eva Nasarre. En ese mismo bar nos casamos. Sí, como lo habéis oído, un tipo que había comprado la licencia para oficiar bodas por internet y que ya se había tomado un par de copas, se empeñó en casarnos allí mismo. Pero creemos que no fue válida, porque no fue capaz de pronunciar nuestros nombres y apellidos.

Después nos dirigimos a lo que aquí llaman hole in the wall (un agujero en la pared). Vamos, un tugurio. En la entrada se podía leer lo mismo que en Disneyland “Este es el lugar más feliz del mundo” aunque dentro en vez de servir zumos de Mickey, servían su famoso “ass juice” (quien no sepa la traducción que la busque, a nosotros nos suena demasiado mal) que por cierto estaba muy rico. En una esquina del bar donde se podía leer en letras gigantes “Shut up and drink”(cierra el pico y bebe), la versión XXL de Amy Winehouse berreaba como un cerdo al que le llega su San Martín. Y todo ésto a dos manzanas del Strip.

La segunda noche la pasamos en el downtown, o lo que vendría a ser la parte vieja de la ciudad. Pero hay que tener en cuenta que aquí se considera viejo todo lo que tenga más de treinta años. Antes de salir nos habíamos divertido en casa aprendiendo a jugar al Blackjack. Brandy, a pesar de ser de Las Vegas, no había apostado nunca. En el downtown es donde se encuentran los casinos más antiguos con sus míticos neones setenteros. Por cierto, los que más nos gustan. El sitio ideal para pasar la tarde comiendo perritos de un dólar, bebiendo cerveza barata y jugando en las tragaperras de un céntimo la partida.

La principal atracción del downtown (aparte de los casinos) es la “Freemont street experience”. Se trata de una calle peatonal llena de casinos con su correspondientes neones que además tiene una cubierta que es una pantalla gigante a modo de bóveda donde continuamente se proyectan varias cosas. La música de moda no deja de sonar a todo trapo y hay miles de barras donde comprar alcohol barato o rellenar unos vasos gigantes que venden en todos lados con formas de guitarra o de bota de cowboy. También un@ puede entretenerse viendo uno de los espectáculos de animadoras de cortas faldas y melenas rubias de bote. Se recomienda no quedarse quieto durante más de quince minutos ya que se corre el riesgo de sufrir un ataque epiléptico con tanta estímulo.

Esa noche cenamos en un restaurante de tapas llamado Firefly cuyo techo era una enorme cristalera desde la cual podíamos ver todo lo que acontecía en la calle Freemont. Después de terminarnos la sangría que salió a precio de cubata (aquí todo lo que contenga vino se considera una delicatessen), nos dirigimos a un casino cercano a tentar a la suerte para ver si conseguíamos financiarnos lo que nos quedaba de viaje. Pero no os imaginéis una escena de película con Palo enfundada en un elegante vestido de noche soplando los dados antes de que Mikel los lance mientras saborea un martini seco con una aceituna. La escena fue mucho más patética. Primero para calentarnos jugamos en la máquina de black jack, medio dólar en partidas de 5 céntimos. Palo empezó con buena suerte y ganó la nada despreciable suma de 30 céntimos, y se le encendieron los ojos. ¡Qué peligro!. Luego nos dirigimos a la mesa de black jack donde las apuestas son más altas y todo tiene un aire más serio. Nos costó encontrar una mesa donde la apuesta mínima fuese de tan solo $5 pero al final la encontramos y decidimos que $5 era nuestro presupuesto para juego en Las Vegas. Fue un verdadero cachondeo porque para jugar en una mesa hay que saber las reglas del juego y como hacer señales a la crupier para que te de carta o para plantarse. Así que la pobre se desesperó un tanto con nosotros y tenía que ir diciéndonos que hacer en cada momento. Primero Mikel probó suerte y en menos de 20 segundos su experiencia de jugador se había terminado. A Palo en cambio le cayó del cielo un black jack y se ganó $7,5 pero la codicia le pudo y en la segunda partida perdió sus $5. Nuestra aventura apostando se había terminado. Si para disfrutar 20 segundos en algo que depende totalmente del azar tienes que gastarte $5, o tienes demasiado dinero o un problema. Nosotros con una partida tuvimos más que suficiente ¡Ah! Y además ninguna camarera se nos acercó para darnos una bebida gratis. Después de echarnos unos bailes en un bar local nos fuimos a casa, al día siguiente nos esperaba una intensa jornada.

Por la mañana Brandy nos invitó a un “brunch” (desayuno a las 14:00, de esos de domingo) en un elegante restaurante para el que ella trabaja como relaciones públicas y que es bufé libre. Y nosotros con nuestra mentalidad de estirar nuestro presupuesto lo más posible hicimos la técnica del camello y comimos como para una semana. Sushi, crepes, huevos bénedict con langosta, batidos de frutas, cocktail de gambas... vamos, que salimos rodando.

Y para bajarlo todo nos encaminamos al Strip para pasar el día recorriéndolo.

El Strip es una sección de Las Vegas Bulevar, la principal arteria de la ciudad y por supuesto la más conocida. A finales de los años ochenta apareció un nuevo concepto de turismo en Las Vegas: hoteles gigantescos (18 de los 25 hoteles más grandes del mundo están en esta calle) con casinos que incluían todo tipo de atracciones como discotecas, sala de conciertos y espectáculos, tiendas, restaurantes y un largo etcétera. La nueva idea era que los turistas (ahora de todas las edades y no forzosamente jugadores) pasasen su estancia gastando sin tener que salir del hotel. Y si a alguien le apeteciese ver algo nuevo, podía cambiar de casino sin salir a la calle utilizando las pasarelas que los conectan. Así nacieron la mayoría de los hoteles más conocidos y pintorescos. El Luxor con su forma de pirámide y su gigantesca esfinge en la entrada, el Excalibur y su forma de castillo de hadas, el Mirage y su volcán que entra en erupción cada media hora, el New York formado por la unión de varias copias de edificios emblemáticos de Nueva York, el París y su Torre Eiffel en miniatura, el Venettian y sus canales con gondoleros y todo, el Bellagio y su espectacular espectáculo de fuentes y música, el Caesars Palace, con sus interiores llenos de estatuas clásicas echas de estuco o nuestro favorito, el “fabuloso” Flamingo, con sus ventanas ajadas rosas y sus espectaculares neones.

Aunque generalmente el Strip es más caro que el downtown, hay un hotel para cada bolsillo. No es lo mismo alojarse por el exclusivo Wynn lleno de tiendas de las primeras firmas de moda y caros restaurantes, que comprarse una camisa hawaiana y tomarse un perrito en el Harrahs. Hay ocio para tod@s, pero lo que está claro es que en esta ciudad todo gira en torno al consumo.No existen actividades gratuitas excepto el pasearte por los casinos admirando las monumentales decoraciones de cartón piedra y alguna que otra atracción como la jaula de los leones del MGM (sí, en Las Vegas, uno puedes estar jugando a la tragaperras con mientras observa a dos desgraciados leones fotografiados por miles de flashes) o las piratas del Tresure Island y sus bailes subidos de tono mientras cantan cochinadas que cientos de niñ@s observan cada día a falta de algo mejor que hacer.

Pero para nosotros lo más entretenido de todo era el contemplar los personajes que abundan en el Strip. Varios imitadores de Elvis y un triste y anciano imitador de Gene Simons de los Kiss con sus botas de plataforma y su guitarra con forma de hacha con el que sacarte una foto por unos dólares. Una enorme cantidad de gord@s (pero que muy gord@s) en sus carritos de gord@ para no desperdiciar ninguna caloría en algo tan banal como andar. Jovenzuel@s con enormes vasos de alcohol que gritan y se hacen tatuajes de los que se borran en unas semanas. Grupos de jubilad@s con andador que entran con ávida mirada en los casinos. Familias enteras que salen de la tienda de Coca-Cola encantados con el menú de degustación de sodas que han disfrutado en el bar de la tienda (que obviamente solo sirve refrescos de la marca). Desfasados disfrazados de mujer. Parejas recién casadas que hasta se les puede ver sentados enfrente de una máquina. Melosas parejas de todas las edades que pagan un dineral por dar un paseo en una góndola motorizada dentro de un centro comercial que intenta parecerse a Venecia. Borrachos sin hogar que disfrutan de que en Las Vegas pueda beberse alcohol en la calle. Repartidores de teléfonos de señoritas con poca ropa que hacen ruidos con sus tacos de tarjetas para llamar la atención (en contra de lo que mucha gente piensa la prostitución es ilegal en Las Vegas, aunque no seamos inocentes, estas señoritas no vienen sólo a servirte el té a casa). Aunque lo que más nos llamaba la atención eran las familias con niñ@s pequeñ@s ya que no te los puedes llevar ni a jugar al póker, ni a emborracharte, ni a ver un espectáculo de striptease, tres de las principales atracciones de Las Vegas. Sin embargo si que son testigos de todo lo que sucede ya que pueden entrar en los casinos si van acompañados de un adulto.

El paseo por el Strip fue toda una experiencia, pero un día fue más que suficiente. Al día siguiente teníamos que pasar toda la mañana allí para que nuestra amiga nos pudiese llevar al aeropuerto por la tarde y nos entró un poco la deseseperación porque no encontramos ningún sitio para poder sentarnos tranquilamente. Ni un mísero banco ni una cafetería con luz natural y sin música a todo trapo. Así que al final optamos por una terraza en un centro comercial donde no muy lejos una enorme pantalla proyectaba una y otra vez los mismos anuncios con música ensordecedora. Para cortarse las venas.

A pesar de que Las Vegas no sea para nada nuestro sitio(algo que ya sabíamos de antemano)no nos arrepentimos de haber estado allí. Toda una experiencia de luces y sonido.


Palo y Mikel

P.D. Podéis ver más fotos aquí