jueves, 27 de mayo de 2010

Ozú que caló

Despertaba la ciudad cuando llegamos a Mazatlán, que nos recibió con mucho calor y una humedad aplatanadora. Ubicada en la costa del pacífico, justo debajo del trópico de cáncer, Mazatlán es una turística ciudad a donde llegan numerosos cruceros y muchos son los hoteles que sombrean sus playas. Esta parte contrasta con un pequeño centro colonial de bonitas plazas y casas de colores.

Nuestro primer día fue un tanto surrealista. Como habíamos llegado tan temprano decidimos hacer tiempo tomando un café esperando a que fuese una hora decente para llamar a nuestro próximo anfitrión(una vez más gracias al couch surfing). Mientras tomábamos el café se nos acercó un estadounidense con mucha pinta de gringo (hasta mascaba tabaco) que se emocionó al conocernos y enterarse de nuestro viaje. Después de hablar unos diez minutos nos despedimos pero él insistió en invitarnos más tarde a una comida en un restaurante de gringos donde él solía ir a comer. Nosotros no le confirmamos porque nos parecía un poco raro y no especialmente interesante. Después de llamar a Jeremy, nuestro anfitrión, al que despertamos a pesar de haber esperado a una hora razonable para llamar, nos dirigimos a su casa que no se encontraba lejos. Allí nos recibió Jeremías (así se hacía llamar) envuelto en una sábana cual Cesar Augusto y nos enseñó sus dominios donde diferentes personas dormían en diversos rincones y se preparaban cafés cargados después de lo que parecía una larga noche de fiesta. Al parecer era la última semana en Mazatlán para Jeremías y sus amig@s, los cuales habían estado un semestre estudiando gracias a un intercambio con su universidad de Vancouver y habían decidido despedirse a lo grande.

Visto el percal, nosotros dejamos nuestros macutos y nos fuimos a dormir a la playa más cercana porque estábamos muertos. Cuando despertamos atacados por el sol, nuestras tripas rugían, y casualmente estábamos cerca del restaurante donde nos había citado David (el estadounidense), así que sin pensarlo mucho nos dirigimos hacia allí. El hombre se emocionó y nos dedicó una canción de Maná. A sus cuarenta y tantos parecía todo un adolescente, contándonos historias de novias, borracheras y conciertos. Awesome dude! Soltero y sin hijos, lleva años viniendo a Mazatlán y queriendo casarse con alguna mexicana dispuesta a ser una ama de casa tradicional. Conversaciones estériles, pero rica comida gratis. Hay que aprovechar las oportunidades ¡Koldo ahorrate los comentarios!

Por la tarde volvimos al imperio de Jeremías, donde ya se fraguaba la siguiente fiesta aunque algunos siguieran de resaca. Tuvimos interesantes conversaciones de viajes, ya que Jeremy y su novia subieron desde Perú hasta México unos meses antes. Qué gusto dan las personas que hablan con pasión de cualquier tema. Entre cerveza y cerveza, nos partíamos de risa con este carismático tipo que a pesar de haber llegado a América latina sin hablar una palabra de español, habla más que una portera y consigue hacerse entender con cualquiera. Con su famosas frase”No me llame pinche gringo puñetero” ha conseguido embaucar a numerosos mexicanos que se pasaban por su casa a hacer negocios, tomarse una chela o pedirle algún favor. Una especie de “padrino” con alma de Groucho Marx.

Al día siguiente fuimos a conocer la parte más bonita de la ciudad que es el centro histórico. Allí de casualidad nos encontramos con Rob (el canadiense con el que habíamos estado en la Barranca del Cobre) que había decidido en el último momento quedarse unos días en la ciudad. Juntos nos dirigimos a Isla Piedra, que en realidad es una península que se encuentra al otro lado de la bahía donde hay una playa llena de chiringuitos a la que escapan los locales los fines de semana.

Después de una agradable siesta y un paseo por allí, regresamos al centro y nos dirigimos a una famosa cenaduría donde probamos nuestro primer mole. Una maravilla culinaria compuesta de más de una docena de ingredientes. Pero el tema de la comida mexicana se merece una entrada aparte de la que hablaremos más adelante. Después nos fuimos a pasear y ver el atardecer desde el malecón, donde tuvimos la suerte de encontrarnos con la procesión de candidatas a reina infantil, con sus caravanas de seguidores con banda incluida; y el espectacular salto de un “clavadista” que desde una peña y con los colores del atardecer de fondo, saltó de manera acrobática a una estrecha entrada de mar.

Al día siguiente nos despedimos de Mazatlán con una excursión que no recomendamos a nadie ya que subimos al faro, que se encuentra en lo alto de una colina (es el faro natural más alto del mundo tras el de Gibraltar), a la hora de mayor calor. Llegamos empapados y con la visión borrosa, así que tampoco apreciamos mucho las vistas de esta ciudad que tampoco nos pareció especialmente bella.

Después de comer nos volvimos a subir a un autobús rumbo a Guadalajara, donde nos esperaban la hermana de Mikel y su esposo. Un lugar donde poder descansar de tanto ajetreo y pasar unos días en familia. Ya era hora.

Palo y Mikel

P.D: Podéis ver más fotos aquí

viernes, 21 de mayo de 2010

Jesús Malverde, el santo de los narcos

Los mexicanos son personas muy idólatras. Las carreteras están plagadas de pequeños santuarios a vírgenes y santos, las cruces (de todos los colores y formas imaginables) adornan las casas, un rosario puede verse colgando del cuello de numerosos jóvenes, los coches son a menudo decorados con estampitas y pegatinas de vírgenes y cristos y los tatuajes con motivos religiosos son comunes en el ámbito carcelario.
Además, como en muchos países latinoamericanos la religión, principalmente cristiana está impregnada de un halo de sincretismo del que surgen figuras como la Santa muerte o Jesús Malverde del que me gustaría hablaros un poco.

Malverde es un personaje del folklore del sinaloense que aunque algunos discuten su existencia real, muchos veneran. Conocido como "el bandido generoso" se trató de un bandolero que a principios del siglo XX atemorizó a oligarcas y terratenientes del estado de Sinaloa a los que asaltaba, compartiendo después su botín con los más humildes. Vamos, que era algo así como el Robin Hood de México. Finalmente cuentan que en un enfrentamiento con las fuerzas de la ley fue herido de bala y sabiendo que no sobreviviría aguantó cuanto pudo para que un compañero le entregara a las autoridades y cobrase la recompensa que sobre su cabeza.

Así surgió la figura del santo pagano que aunque la iglesia católica se niega a reconocer, considerándolo una mera supersitición, se ha convertido en una figura de culto para muchos, especialmente en el norte de México, aunque su fama se ha extendido a lugares como Cali en Colombia o Los Angeles en EE.UU. donde ya cuenta con su propia capilla.
La capilla principal se encuentra en Culiacán, en el estado de Sinaloa, en el que las autoridades le ahorcaron y hasta allí se acercan numerosos feligreses a pedirle al "santo" que les conceda un milagro. Cubierta de placas de agradecimiento y de numerosas ofrendas de todo tipo (flores, velas, billetes, botes de camarones en agradecimiento a una buena pesca, fotografías... ) esta capilla no se asemeja a los sobrios y ricos templos católicos sino que se denota la humildad de sus feligreses en detalles como el simple busto de barro que preside el altar o las letras de neón que decoran su exterior.

A veces puede escucharse una tradicional banda sinaloense cantando un "narco corrido" (canciones tradicionales norteñas que narran las "proezas" de los narcos) a las puertas de la capilla. Esto es la forma de agradecer al santo que tienen los narcos cuando gracias a su protección consiguen pasar un cargamento de droga al otro lado de la frontera. Porque Malverde es considerado el santo de los narcos ya que cuentan que un famoso narco traicionado y tiroteado se encomendó a Malverde y salvó la vida de forma casi milagrosa. Así los narco, al igual que los maleantes acostumbran a hacer con la Santa Muerte, encuentran en figuras como la de Malverde una oportunidad de cubrir de sentimiento religioso sus fechorías amparándose en un santo que antes que nada era bandido.

Y la fama del "Angel de los pobres" sigue aumentando. Como en los más venerados lugares sacros ya puede uno encontrar todo tipo de parafernalia con su figura, desde todo tipo de amuletos y medallas, hasta cerveza o jabón. Porque en México el sentimiento se lleva por fuera.

Os dejo con una oración al "santo":
Hoy ante tu cruz postrado ¡oh Malverde!, mi señor, te pido misericordia y que alivies mi dolor. Tú que moras en la gloria y estás muy cerca de Dios, escucha los sufrimientos de este humilde pecador. ¡Oh Malverde milagroso! ¡oh señor!, concédeme este favor y llena de gozo mi corazón. Dame salud, señor de mi reposo, dame bienestar y seré dichoso.

Mikel

P.D: Las fotos de esta entrada no son mías, la mayoría son del fotógrafo Iván Stephens. Podéis ver más fotos de su reportaje para la revista Cuarto oscuro aquí

jueves, 20 de mayo de 2010

La barranca del cobre

El único ferrocarril de pasajeros que sigue activo en México tras su desmantelamiento en los años 90 es el famoso Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, o Chepe, como se conoce aquí. Este increíble ferrocarril atraviesa la Sierra Tarahumara de los Mochis hasta Chihuahua pasando por la conocida Barranca del Cobre.

Nosotros lo abordamos en Los Mochis pero tuvimos que esperar un día para poder tomarlo puesto que el de clase económica sólo pasa tres días a la semanas. Así que aprovechamos para conocer la ciudad Sinaloense que aunque no tiene mucho encanto turístico si que nos pareció que tenía más vida que las ciudades de la Baja California que conocimos. Visita a la catedral y al pequeño museo de la ciudad, paseos por el mercado (con sabroso desayuno incluido) y por el parque central y largos ratos en la plaza principal viendo a los ancianos charlar, a los colegiales salir en parejas de la mano a pedir un “raspado” en el puesto de la plaza y los sin techo dormitar a la sombra.

Además nuestro anfitrión Roberto, un mexicano de 37 años que va para notario (con la seriedad que le corresponde) nos llevó a comer un rico pescado zarandeado (pescado a la parrilla) a la playa con interesantes conversaciones sobre política (él es un priista convencido).

Al día siguiente tuvimos que pegarnos un buen madrugón para estar a las 6 de la mañana en la estación del Chepe de Los Mochis, donde empezaba un largo y precioso camino hacia Creel, en el corazón de la sierra tarahumara. Durante estas diez horas de viaje(además de desayunar y de dormir) pudimos disfrutar de unas vistas alucinantes entre cañones y lagos de montaña sólo accesibles para quien viaja en tren ya que no hay otra manera de cruzar la sierra Tarahumara.

Hacia las cinco de la tarde llegamos a Creel, y fuimos directamente a nuestro albergue,Casa Margarita, el único que hemos pagado hasta ahora en México y una verdadera ganga ya que cuesta 100 pesos (6 euros) al día por alojamiento, desayuno y cena. Bien limpio y con internet incluido. Estas condiciones lo convierten en el lugar donde vienen a hospedarse la mayor parte de los mochileros que llegan a este paraje. Nosotros no queríamos pagar ningún tour organizado así que decidimos explorar la Barranca del Cobre subidos en una bici de montaña. Se nos unieron Olivier, un chico de Nantes, y Rob, un chico de Quebec, que conocimos en el albergue y juntos pasamos los tres días que estuvimos en Creel (aunque Rob nos acompañaría en algunas etapas más de nuestro viaje), hablando en francés, sudando la gota gorda subiendo las cuestas mortales que hay en esta sierra y perdiéndonos por los valles y bosques donde los Rarámuri habitan. Los Rarámuri, mal llamados indios tarahumaras, son los habitantes nativos de estas tierras. Su nombre significa “aquellos que corren rápido” ya que tradicionalmente cazaban agotando a los venados tras perseguirles a pie y acorralarlos en un precipicio. Además tienen un juego tradicional que consiste en perseguir una pelota hecha de raíces pateándola hasta una meta ubicada a una distancia de hasta 200km por lo que el juego suele alargarse varios días. Actualmente quedan unos 50.000 y a las mujeres es fácil reconocerlas puesto que todavía visten con sus trajes tradicionales llenos de color y con un pañuelo a la cabeza. Los hombres en cambio ya no visten de manera tradicional aunque aún se les puede escuchar al oír su lengua tradicional. Desde hace años su modo de vida se está modificando bastante. Existe un gran porcentaje que vive del turismo vendiendo artesanía, a veces de manera demasiado insistentemente. Sin embargo, a pesar de la amenazas a su tradicional modo de vida por parte del desarrollo turístico, la minería y la tala de árboles y el cultivo de marihuana que les lleva hacia la dependencia del turismo, todavía existe un porcentaje de rarámuris que vive de espaldas al turismo, algunos habitando en cuevas, cultivando sus pequeñas parcelas y administrándose de manera ejidal (de manera comunitaria) y conservando su extremada timidez hacia los turistas y el resto de mexicanos. Serias miradas de niñ@s que se esconden detrás de sus madres y nerviosas sonrisas al preguntarles desorientados como llegar a algún camino.

El primer día con las bicis nos hicimos un largo recorrido (9 horas ni más ni menos, la mitad del tiempo perdidos) por la sierra pasando por el lago Arareko y visitando el valle de los monjes (conocido por los Rarámuri como valle de los penes erectos), de las ranas y de los hongos cuyos nombres derivan de la forma que tienen las rocas que se encuentran en ellos. También vimos la bonita misión de San Ignacio perdida en medio de uno de los valles.

El segundo día (aunque con agujetas en el culo después de la paliza del día anterior) nos fuimos con las bicis de excursión a las termas de Recowata, las cuales se encuentran a 20 km de Creel. Los peores momentos fueron los primeros dos km ya que la subida era mortal, y los últimos cuatro que hay que hacerlos andado porque la bajada en bici es imposible ya que saldrías volando. Lo mejor de esta excursión fueron las vistas durante esta espectacular bajada(que luego fue terrible subida) ya que las termas resultaron ser unas piscinas calientes que estaban llenas de domingueros que curiosamente habían llegado en coche aunque este prohibido (luego nos enteramos que se conseguía con una mordidita de cien pesos). Durante el camino también nos desviamos a un mirador desde donde pudimos contemplar unas buenas vistas de uno de los cañones. Ese día llegamos al hostal hechos polvo y aunque era el cumple de Mikel no lo pensábamos celebrar, hasta que Juan Carlos, un mexicano que andaba por el hostal se enteró y decidió sacar la botella de tequila con la que viajaba para celebrarlo, ya que él también estaba de aniversario con su esposa. Se nos fue uniendo la gente y otro mexicano sacó otra botella de ron con la que viajaba. Lo que empezó como un brindis de cumpleaños acabó como una fiesta en condiciones. Viva la gente. Al día siguiente ya nos despedíamos de Creel y cogíamos de nuevo el tren de vuelta a Los Mochis, no sin antes hacer una excursión por Divisadero, al borde de unos cañones desde donde se puede contemplar la grandeza de la Barranca del Cobre. Por la noche llegamos a Los Mochis y desde allí “agarramos un camión”(aquí no se les llama autobuses y mucho menos se cogen) que nos llevó hacia Mazatlán. Por suerte son muy cómodos y llenos de espacio, así que aunque fueran pocas horas dormimos hasta nuestro destino.


Palo y Mikel

P.D: Podéis ver más fotos aquí


domingo, 16 de mayo de 2010

Bailando con lobos (marinos)

De noche llegamos a las afueras de La Paz (la capital de Baja California Sur) porque nuestro pescador seguía hasta Los Cabos y nos quedamos donde la carretera se desvía así que tuvimos que coger un autobús que nos llevase hacia el centro.

Allí quedamos con Oswaldo, nuestro nuevo amigo que nos iba a hospedar y nos fuimos comer unos ricos antojitos chilangos, es decir unas tapas del D.F. Allí probamos por primera vez la flor de calabaza, los huitlacoches (un feo y sabroso hongo del maíz) y los nopales(un sabroso y saludable cactus).Todo acompañado de buenas conversaciones con Oswaldo, que es biólogo marino y nos estuvo “platicando” sobre su tesis de la reproducción de los pulpos y también sobre los desastres ecológicos de la Baja California debidos al incremento del turismo con sus hoteles y torres de apartamentos a pie de playa. Por ejemplo, la desaparición de las tortugas en esta zona debido a que la modificación de las playas impide que puedan reconocer el lugar donde nacieron y por tanto el único sitio donde podrían anidar.

Además de pasear por esta tranquila y calurosa ciudad, hicimos una excursión que nos encantó y de esas que no se repiten en la vida. Nos fuimos a bucear con los leones marinos (que por cierto aquí llaman lobos marinos) a la cercana isla de Espíritu Santo. Con la suerte de ser los únicos en la barca (además del guía) llegamos a los islotes donde se encuentra una colonia de unos trescientos ruidosos leones marinos. Después de pensarlo un par de veces al ver la cantidad de leones marinos tan cerca, nos lanzamos a bucear con ellos. A veces se nos acercaban y casi podíamos tocarlos, y una de las veces nos dimos un buen susto cuando uno de ellos se nos acercó de frente a toda velocidad con la boca abierta. No sabemos si estaba jugando (dicen que a veces si se ponen muy juguetones y llegan a robar máscaras y aletas) o estaba enfadado, pero nosotros nos subimos a la lancha taquicárdicos. Después nos llevaron a un pequeño arrecife de coral donde estuvimos buceando más tranquilamente entre graciosos peces globo y peces trompeta.

Además de visitar algunas playas como la hermosa playa Balandra y conocer la ciudad decidimos hacer una excursión a Cabo Pulmo.

Aunque ubicado en la zona de los Cabos, una de las partes más turísticas del norte de México, donde miles de estadounidenses vienen a bailar la conga y a emborracharse con tequila, esta reserva natural resiste todavía como un lugar donde poder disfrutar de la naturaleza. Fue muy complicado llegar hasta este increíble lugar ya que no hay transporte público pero mereció la pena ya que aquí se encuentra el único arrecife de coral del mar de Cortés el cual llega hasta la misma orilla, convirtiéndolo en un lugar privilegiado para el buceo.

Acampamos en una de sus playas donde tuvimos nuestro primer encuentro con un alacrán curioso que se paseó por la tela donde preparábamos la cena. Al día siguiente caminamos hasta una remota playa llamada La Sirena donde estuvimos solos y pudimos bucear además de dar paseos por la playa donde había extrañas formaciones rocosas moldeadas por el viento y el mar.

Esa misma tarde regresamos a La Paz gracias a diferentes personas que nos cogieron en auto-stop, entre ellas unos predicadores que nos bendijeron y una simpática pareja australiana que para celebrar su luna de miel viajaba por las américas en coche. Al día siguiente nos despedimos de Oswaldo y de sus locas y preciosas perras labradores y comenzamos un largo día de viaje que nos llevaría hasta Los Mochis cruzando el golfo de California en un ferry durante seis horas en las que vimos por primera vez la televisión y descubrimos varias cosas: que las telenovelas son igual de malas en todo el mundo y que suelen incluir la palabra amor en su título, que en México se venden y anuncian muchos antiácidos y cremas antihemorroidales y que las mexican@s que salen en la tele tienen la piel mucho mas clara que la mayoría de mexican@s que se ve en la calle (y eso que todavía estamos en el norte de México).

Al final, bien entrada la noche llegamos a Los Mochis donde Roberto nos esperaba para llevarnos a su casa y descansar tras tanto viaje.

Palo y Mikel

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viernes, 14 de mayo de 2010

Bajo una palapa

Bahía Concepción se caracteriza por sus bonitas playas y sus tranquilas aguas de un intenso azul turquesa rodeadas de desérticas colinas. Equipados con agua y comida para dos días, decidimos pasar dos días en dos playas diferentes. Lo bueno de estas playas es que la mayoría no tienen nada excepto unas cuantas palapas (techados de palma) de que se pueden alquilar por unos pocos pesos cada día. Nosotros pasamos el primer día en la playa de Santispac, donde acomodamos nuestras hamacas bajo la agradable sombra de una palapa y disfrutamos de un día de playa. Por la noche hicimos una hoguera y cuando todo parecía que era perfecto unas parejas de mexicanos domingueros encendieron la música. Empezó su fiesta y nuestro infierno. Nuestros nuevos archienemigos no nos hicieron ni caso cuando les pedimos varias veces que bajasen el volumen de la terrible música norteña (base de trombón con acordeón y un señor con bigote y sombrero de vaquero que canta) que se escuchaba en toda la playa.

Al día siguiente, de muy mal café (y para colmo sin tener uno de verdad), nos fuimos a otra playa más remota, la playa El requesón. Nuestro humor cambió cuando una amable pareja de estadounidenses nos llevó a la playa y además nos regalaron agua y unos pocos víveres que les sobraban. Cuando la marea esta baja se puede caminar hasta un islote cercano desde donde hay unas vistas de la bahía que merecen la pena. Hicimos snorkel aunque no vimos gran cosa porque no hay arrecifes de coral. Lo que sí disfrutamos fue bucear en busca de almejas que sacamos a puñados y nos cenamos esa misma noche, mmm. Además pudimos descansar sin ningún tipo de ruido salvo el de la marea.

La mañana siguiente nos esperaba un largo día de viaje hasta la ciudad de La Paz, a unas siete horas de trayecto. Después de esperar casi una hora sin que pasase ningún coche llegó nuestro salvador, Mario Juan, el terror de las nenas de Baja California y que afortunadamente nos llevó a la Paz. Este pescador de 62años, antiguo profesor de matemáticas, al poco tiempo de subirnos nos contó orgulloso que además de tener a su mujer, tenía otras dos concubinas en ciudades diferentes y entre las tres trece hijos y unos cuantos nietos. Nos habló de los problemas que tenía para mantener a las tres familias sin levantar envidias entre las mujeres sobre quien recibía más. De hecho, nosotros conocimos a una de sus concubinas y a varias de sus hijas ya que paramos en Loreto a visitarlas en su humilde casa donde nos ofrecieron una ducha y algo de comer. Al final resultó que la mujer (concubina 1) y la hija con su novio se unieron al viaje, así que nos tocó pasar las seis horas siguientes de trayecto en la parte de atrás de su pick up. Toda una experiencia teniendo en cuenta el sol abrasador que nos acompañó todo el camino. Llenos de polvo y hambrientos llegamos a la Paz donde nos esperaba nuestro nuevo anfitrión, Oswaldo.

Palo y Mikel

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sábado, 8 de mayo de 2010

La violencia siempre es un buen titular


Tristemente desde que estamos en México, cuando hablamos con la gente sobre España una de las cosas que nos han comentado es el racismo en España y las agresiones hacia los emigrantes. Cuando preguntamos consternados porqué piensan eso siempre nos hacen referencia a un video que por lo visto fué muy visto en toda América Latina. Se trata de un video que quizás recordéis en el que un energúmeno comienza a golpear a insultar sin mediar palabra a una joven ecuatoriana en en el cercanías de Barcelona en 2007.

Es interesante como funcionan los medios de comunicación y como reacciona la gente a las imágenes. La agresión a la joven ecuatoriana no es ni mucho menos la única agresión racista en España ni incluso la más cruenta, pero resulta que no hay imágnes de las demás. Todas esas agresiones no suponen una noticia porque no hay un video que las puedan acompañar. Incluso si en ocasiones son noticia al otro lado del atlántico no creo que sean ni mucho menos tan comentadas. Sin embargo las imágenes de esta brutal agresión han dado la vuelta al mundo y han conseguido que una de las cosas por la que se conoce a España ahora es por las brutales agresiones a inmigrantes latinoamericanos que incluso nos han comentado que tendrían miedo de viajar a España por temor a que sean objeto de una paliza. Así de triste es la realidad gracias al sensacionalismo de los medios y al morbo de la gente.

Pero esto es así en todo el mundo creo. Desde hace unos años las noticias que llegan de México sólo hablan de terribles asesinatos increíblemente despiadados y sanguinarios. Por supuesto la violencia en México existe y es muy elevada, pero los medios de comunicación prestan mucha más atención a aquellos asesinatos cometidos de manera cruenta y relacionados con narcotráfico que a cualquier otro tipo de noticia. Las agresiones en otros lugares del país pasan mucho más desapercibidas que aquellas relacionadas con el morboso (e incluso a veces glamuroso) narcotráfico que tanto alimentan el cine y la televisión.

Mikel

P.D: Aquí podéis ver la noticia y el video de la agresión en el cercanías de Barcelona. Es de un periódico argentino.

jueves, 6 de mayo de 2010

Un oasis en medio del desierto

Cuando llegamos a Mulegé todavía no había amanecido. El pueblo dormía en silencio y nosotros sacamos los sacos de dormir y nos acurrucamos en un banco haciendo tiempo hasta que amaneciese y pudiésemos dirigirnos a casa de Bill, nuestro próximo anfitrión. El paseo hasta llegar a su casa, en las afueras, fue muy bonito sintiendo poco a poco cómo despertaba el pueblo.

Bill nos esperaba con un café bien cargado y una tostada. Desde el primer momento nos dimos cuenta de que nuestro nuevo anfitrión, una vez más gracias a Couch Surfing, era un tipo singular. Este estadounidense de 63 años se quedó encantado con esta parte de Baja California y vive desde hace diez años en Mulegé en compañía de sus gatos, los cuales adora. También suele contar con la compañía de diferentes viajer@s que hospeda en su casa, por la cual ya han pasado más de 200 couch surfers de diferentes nacionalidades. Dice que así se siente más joven, y de hecho dentro de poco piensa dejarlo todo y recorrer el mundo en una caravana. Su fuerte carácter puede asustar al principio pero luego llega a resultar de lo más divertido. Continuamente se le puede escuchar decir improperios a la cafetera, al ordenador, a los gatos y a conductores varios. La primera noche nos dimos un gran susto al escuchar disparos en su habitación acompañados de “ Do you want to come back and get more, you son of a bitch!” Al día siguiente nos explicó que dos de sus gatos se estaban peleando y que no tuvo otra que disparar al que empezó con una pistola de aire comprimido.

El primer día Bill nos llevó a conocer el pueblo. Mulegé es un oasis en medio del desierto. Se trata del lugar donde aflora a la superficie el río Mulegé, y con él, nace un enorme palmeral que llega hasta el Mar de Cortés, justo en la entrada de la enorme bahía Concepción. Es curioso ver tanta palmera rodeada de colinas llenas de cactus. En todo el Mar de Cortés (el golfo de California) los huracanes son muy comunes (a la vez que necesarios para que haya agua) aunque el septiembre pasado un huracán de extremada fuerza arrasó el pueblo y lo inundó. Todavía en algunas partes se notaba claramente sus huellas, con decenas de palmeras derribadas, ventanas rotas, carreteras levantadas e incluso algún coche en lo alto de una casa. De hecho, la principal actividad económica de Mulegé es la reconstrucción de edificios, sobre todo de estadounidenses que se compran bonitas casas junto al río y que año tras año son arrasadas por sus crecidas. Los locales se conforman con ubicaciones menos pintorescas y de hecho poco a poco han ido vendiendo sus casas a los ricos turistas y se han trasladado a zonas más elevadas y apartadas del pueblo, como donde vive Bill.

Nuestros días en Mulegé fueron relajados. Largas siestas en nuestras hamacas bajo el emparrado del porche de la casa de Bill, paseos por el pueblo paleta en mano (polos de crema de variados sabores),alguna excursión a los cerros cercanos, tacos de pescado y cervecita frente al mar y varias visitas a la bonita Misión de Santa Rosalía de Mulegé que nos pillaba de paso.

Uno de los días nos fuimos con Bill a Santa Rosalía, un pueblo minero a una hora de Mulegé que fue fundado por los franceses, lo que se nota claramente en la arquitectura que tiene un aire más caribeño. Aunque es un lugar que no tiene mucho interés, cabe destacar la iglesia de Santa Bárbara, un curioso templo prefabricado, diseñado por Gustave Eiffel para la exposición universal de París y que la empresa minera compró e hizo instalar en medio del pueblo.

Tras cuatro agradables días, Bill nos dejó a la salida del pueblo donde allí no esperamos mucho hasta que un amable camionero nos llevó a la primera de las playas de Bahía Concepción.

Paloma y Mikel


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lunes, 3 de mayo de 2010

El desierto de los gigantes


Después de 7 horas de viaje rumbo sur llegamos a Cataviña, un pequeño pueblo de unos 200 habitantes en el medio de lo que se conoce como el Valle de los Cirios, en el Desierto del Vizcaíno. Estos cirios son una extraña planta que sólo se encuentran en este lugar del mundo. Difícilmente clasificable, es una especie de tallo leñoso vertical que puede alcanzar hasta 14 metros de altura y que está cubierto de pequeñas hojas verdes y naranjas. Los misioneros españoles les llamaron cirios(por su similitud con los cirios pascuales) pero a nosotros nos parecieron más bien enormes zanahorias plantadas al revés.

Los cirios comparten espacio con otras plantas no menos curiosas, como el impresionante Cardón o cactus gigante que puede alcanzar hasta 18 metros y llegar a pesar hasta 25 toneladas. Pedazo de cactus. También nos gustaron los cactus rojos y al que bautizamos como el árbol del huevo hilado, un árbol cubierto de un hilo anaranjado.

Cataviña es un lugar donde claramente no suceden muchas cosas y lo sentimos nada mas entrar en el único bar del pueblo donde atrajimos muchas miradas. Aunque somos conscientes de nuestra pinta de turistas extranjeros, en este pueblo ha sido el lugar donde más nos hemos sentido como extraños.

Aunque pronto nos dimos cuenta de que no eramos el único extranjero en el pueblo (sin contar a los gringos que llegan al atardecer al hotel, no salen de él y por la mañana siguen su camino al sur) ya que un tipo con pinta de persona sin hogar sentado en un roca a un lado de la carretera al pasar nos pidió dinero y nos sorprendió su acento extranjero. Resultó ser un estadounidense bastante loco (según su historia era multimillonario, actor, compositor para los Beatles y no se que más) que no sabemos como llegó allí, de que vivía (no consideraríamos Cataviña como el mejor lugar para ser un mendigo) o donde dormía. Al día siguiente seguía allí, en esa misma piedra sentado viendo los camiones pasar y escuchando un viejo Walkman que puede que no tuviese pilas. Se quedará como misterio sin resolver la extraña presencia de este personaje surrealista en medio del desierto.

En Cataviña no hay mucha opción de alojamiento. Había que elegir entre un hotel bastante caro en el que paran todos los estadounidenses que van camino de los Cabos (la punta del sur y una de las partes más turística de Baja California) y que llevan siete horas de camino por el desierto y aun les quedan unas cuantas o hacer camping. Nosotros obviamente nos decantamos por la segunda. Por unos pocos pesos acampamos en un camping medio abandonado, pero con la suerte de que el propietario se apiadó de nosotros y nos ofreció una caseta de obra sabiendo que la noche iba a ser muy fría. Y ay si lo fue. Menudo frío pasamos. La señora del camping alucinó al vernos a las 7 de la mañana tomando el sol metidos en nuestros sacos encima de una roca. Pero en el desierto no hay termino medio, al cabo de unas horas nos moríamos de calor caminando por el desierto entre cirios y cactus gigantes en busca de unas pinturas rupestres de las cuales nos habían hablado. Después de verlas estuvimos unas horas por la zona, Mikel dando brincos de piedra en piedra poniéndole extraños nombres a las plantas y Paloma tomaba el sol y hacía yoga.

Después de varias horas merodeando por el desierto regresamos al pueblo donde nos tomamos una merecida cerveza fresquita haciendo tiempo hasta que el autobús nocturno nos llevase a nuestro siguiente destino, Mulegé.

Paloma y Mikel

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