miércoles, 25 de agosto de 2010

Gracias a la Coca-Cola hoy comemos


Lo que veis en la foto de arriba es la última campaña de Coca-Cola para incitar a la gente a que compre su producto estrella. La foto está sacada en Chiapas, el estado más pobre de México, donde tres cuartas partes de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Pobres pero felices diría Coca-Cola, que nos tiene acostumbrados a eslóganes como “Pon una sonrisa en tu mesa” o “Comparte la alegría”. Ingeniosas frases que parecen no resultar tan efectivas cuando la crisis arrecia y el dinero no llega ni para el arroz o lo frijoles.
Posiblemente Coca-Cola México, una de las mayores empresas del país que más Coca-Cola consume en el planeta incluirá esta campaña dentro de sus proyectos de responsabilidad social corporativa. “Gracias a nuestra gran empresa, señores accionistas, hemos salvado de la desnutrición a las comunidades más pobres de México. Nuestro producto, de paso, se ha colado en la base de la alimentación de millones de mexicanos. Y nuestras acciones siguen por las nubes. Gracias”
Y es que aquí en México la Coca-Cola es toda una institución que hasta tuvo a uno de sus empleados sentado en el sillón de presidente de la república. Porque aquí como en todo el mundo Coca-Cola es mucho más que esa bebida oscura llena de gas, hasta el agua que tan cara es aquí en México (donde no existe el agua corriente potable), es purificada y envasada por la Coca-Cola Company.
Gracias a la magia de la mercadotecnia (esa gran arma de destrucción masiva) la mayoría de los mexicanos cada vez que se sienta a comer lo hace con una botella de refresco encima de la mesa.
Hasta muchos de los campesinos indígenas de las remotas montañas del sureste mexicano han dejado de tomar pozol (su tradicional bebida de maíz) para sumarse a los millones de personas que toman Coca-Cola.
Quizás dentro de no mucho llegue el día en el que sea la Coca-Cola quien provea a los mexicanos de su maíz. Coca-Cola hecha en México y maíz (transgénico) de los EE.UU. Como en el libro de Galeano: El mundo patas arriba.

domingo, 22 de agosto de 2010

El otro viaje


Hace ya casi siete meses comenzamos este viaje en el que os hemos querido hacer partícipes a través de este blog donde además de curiosidades, os vamos contando nuestras crónicas, andanzas y opiniones de lo que vamos visitando y viviendo.

Es el viaje “por fuera”, parte esencial de nuestro proyecto y de nuestro sueño que va quedando reflejado en este cuaderno de bitácora que con tanto cariño compartimos con vosotr@s. Pienso que cuando lo bueno se comparte es todavía mejor.
Pero también existe otra parte del viaje que cuesta más sacar al exterior y al menos para mí es más importante que nuestras aventuras. Se trata del viaje interior, el viaje hacia dentro de un@ mism@, sin el cual nada de esto tendría sentido. El descubrimiento de cada un@ en cada paso que damos, el crecimiento (a veces a través de lo que yo llamo desaprendizaje), la introspección y el viaje hacia el corazón.

Por supuesto que este viaje interior no siempre tiene que ir ligado a un viaje real. De hecho, he comprobado como muchos turistas ocupan sus días de vacaciones con una agenda tan apretada que es imposible un rato de reflexión.

El viaje hacia dentro se puede hacer siempre, en cualquier parte y sin necesidad de moverse. Sin embargo muchas veces no nos lo permitimos (al menos yo) porque siempre tenemos obligaciones o preferimos ocupar nuestro “tiempo libre” con actividades varias que nos mantengan ocupados.

Nosotros decidimos plantear nuestro viaje a paso lento, sin prisa y con muchas ganas de encontrarnos con nosotros mismos. Y esta forma de concebir el camino nos ha dado y nos da la oportunidad de entrar en este laberinto con confianza y sin prisa de llegar al final, viviendo el ahora y aprendiendo a mirarnos desde dentro hacia afuera y no al revés.

Como podréis imaginar, muchas cosas han pasado desde aquel Nueva York nevado donde comenzamos nuestro viaje y que ahora nos parece tan lejano. No es mi intención narrar aquí todo lo que ha ido pasando durante mi viaje interior, porque sería imposible y porque además siempre nos cuesta más hablar desde dentro. Hasta hace poco no me percaté de que que esta parte tan importante faltaba en nuestro blog y en un ejercicio de autocrítica y meditación sobre ello me di cuenta de lo mucho que cuesta hablar de sentimientos en ciertos espacios ¿ Por qué nos sentiremos tan vulnerables al mostrarlos cuando al fin y al cabo tod@s sentimos?

Yo solamente quería mencionarlo e invitar a la reflexión y al viaje interior de cada un@.

De viaje se produce un encuentro con un@ mism@. Se pasan por muchas y diferentes etapas así como de situaciones nuevas. Muchos momentos de soledad, de espera, de situaciones límite, de toma de decisiones inmediatas o a largo plazo...Es entonces cuando aparecen aspectos de nosotros tal vez desconocidos y que pueden llegar a sorprendernos ( tanto positiva como negativamente).

Es curioso el viaje.

Por otro lado, muchas actividades cotidianas que antes no requerían tanto esfuerzo o dedicación en el viaje se convierten en tareas a veces interminables. Cocinar en la tranjea (es como un camping gas pero más lento), lavar, buscar un sitio donde dormir...Cambian las prioridades, cambia el tiempo, se vive con menos, cambian nuestros pensamientos y hasta a veces nuestras creencias porque todo se da la vuelta.

Simplemente observando como observas llegas a muchas conclusiones. Observando como te vas a adaptando a estos ritmos. Es cierto que todos los sentidos están más vivos, con una percepción diferente y hay que aprovechar esta oportunidad para viajar por fuera y por dentro. A veces todo es tan intenso que no da tiempo a digerir, pero también aprendemos a a no tener que mentalizar cada cosa que nos sucede. Simplemente vivirlo y sentirlo e ir más allá de la palabra. No todo lo que se experiencia requiere de palabras o explicaciones.

Sorprende el viaje.

Conocemos muchos sitios y muchas personas diferentes. Se crean amistades efímeras pero no por ello superficiales. Nos enriquecemos a través de ellas, pero hay que agarrar y soltar, no tener nada en las manos pero al mismo tiempo tenerlo todo.

También hay conflictos, crisis y malos momentos en los que no tienes ni tu espacio ni muchos de tus amigos ni tu familia ni tu madre que te cuida cuando estás enferma. Pero por otro lado a veces la distancia física se convierte en cercanía con los tuyos.

A veces llega el cansancio aunque el viaje sea a paso lento. Pero aprendes a escuchar y a escucharte. Por ejemplo, nosotros hemos decidido parar un “ratito” como dirían aquí. El lugar elegido es un hermoso pueblo grande en Chiapas, pero de esto ya hablaremos en otra entrada. Un rato para digerir, pensar, parar, respirar, reflexionar y estar un tiempo sin la mochila en la espalda y con un espacio para nosotros. Cuerpo, corazón y mente nos piden este parón por fuera y lo vamos a hacer mientras trabajamos en una huerta y seguimos nuestro viaje laberíntico de introspección en el que lo importa es caminar y no llegar hasta el final.

Gracias por estar ahí. Gracias por estar aquí.

Palo

jueves, 5 de agosto de 2010

Un imperio en la selva

Debían ser las seis de la mañana cuando llegamos a Palenque, porque justo comenzaba a amanecer y el cielo estaba precioso. Nosotros todavía teníamos el frío en el cuerpo del maldito aire acondicionado del autobús, que por mucho que te abrigues no te deja dormir agusto en todo el viaje. Habíamos llegado a Chiapas y el cambio era más que evidente. Las montañas, la caras de la gente, la vegetación... todo había cambiado, o por lo menos así lo sentíamos nosotros que sentíamos dejar atrás un periodo de relax y turismo en el popular mar Caribe.

El taxi nos dejó en la entrada de las ruinas de Palenque, donde se encuentra el Panchán, un singular lugar donde nos hospedamos y pasamos la mayor parte del tiempo que estuvimos en Palenque. Este mágico lugar situado en plena selva es un legendario punto de encuentro de artesanos, músicos, arqueólogos, bohemios y viajeros de todas partes del mundo. Cuenta con numerosos campings y cabañas (aunque hay una población estable que tiene casa), un par de restaurantes, tiendas de libros, un lugar de tatuaje tradicional, un temazcal. Un lugar donde conocer gente interesante, como por ejemplo a un grupo de músicos y malabaristas de todo el mundo que viajaban en un autobús (muy bonito decorado por cierto) que marchaba con aceite usado. O Laura y Juan Carlos (Pistacho para los amigos) una pareja de españoles bien maja con la que hemos seguido muy en contacto en San Cristobal de las Casas que hace una artesanía de lo más original reciclando cámaras de caucho. Nada más llegar nos pusimos a buscar la opción más barata y conseguimos que nos dejasen una cabaña de dos personas para los cuatro ubicada en una zona tranquila al lado de un río que como lloviese mucho podría inundarnos (como ocurrió la semana anterior a nuestra llegada). La mujer se reía diciendo que no cabríamos, pero si que cupimos. Muy apretados eso sí, pero felices pensando en los pesos que nos estábamos ahorrando.

Después de instalarnos y dormir unas horas nos fuimos de paseo a explorar la zona. La luz se filtraba en lo alto a través de las copas de los árboles que a veces se movían y dejaban ver la mancha negra de algún mono aullador. El verde se mostraba allá donde uno mirase y las mariposas de todos los tamaños y colores rompían como pequeñas gotas de color en movimiento el dominante cromatismo de la selva. Allá donde uno mirase podía ver muestras de vida: enormes sapos inmóviles que tan sólo mueven la papada, autopistas de trabajadoras hormigas cargando trocitos de hojas, flores de colores intensos siendo exploradas por ávidas abejas en busca de polen, larvas y gusanos descomponiendo las hojas podridas del suelo.

Ese mismo día bajamos al pueblo, una pequeña ciudad sin mayor interés, para aprovisinarnos de comida. Ah, porque el negocio del Panchán es que no hay cocina en ningún camping, así que la mayoría tiene que gastarse los cuartos en los restaurantes que hay. Estaba claro que el Panchán era el lugar donde merecía la pena estar.

A nuestro regreso, esa tarde tuvo lugar uno de los momentos más mágicos desde que estamos en México. Cuando empezaba a atardecer y el camping estaba en calma tres monos se acercaron desde las alturas donde viven a jugar en las ramas de un árbol. Extasiados viéndoles jugar saltando de rama en rama como el mejor acróbata, balanceándose con la cola y sus largos brazos y piernas (que casi no se distinguen unos de otros) nos quedamos un rato hasta que nuestro vecino de cabaña, un estadounidense que vive allá, se acercó poco a poco al más juguetón de todos y le alcanzó la mano. Y como un caballero el pequeño mono le estrechó la mano. Después se acercó Mikel, mientras poco a poco empezaba a llegar más gente curiosa que empezaba a desenfundar sus cámaras. De nuevo el mono estiró la mano y le estrechó la mano a Mikel. Un par de veces lo repitió, en una de ellas tirando de él como si quisiese llevárselo a las alturas. Esta fue la única vez que volvimos a ver a los monos de cerca. Los siguientes días tan sólo los escuchamos al amanecer aullando a pleno pulmón como si estuviesen enfadados con el sol por haberlos despertado.

Al día siguiente tocaba ir la las ruinas, la razón por la que la gente viene a Palenque. Centro del imperio de maya del rey Pakal. Ubicada en medio de la selva que se levanta oscura y amenazadora detrás de los templos, las ruinas de Palenque son de las más bonitas que hemos visto. El palacio real, la tumba de la reina roja y la del gran rey Pakal, el templo del sol... Y ocultas bajo el suelo de la jungla siguen numerosas construcciones que todavía no han sido desenterradas. Pasamos toda la mañana paseando, subiendo estos enormes peldaños hasta alcanzar la parte alta de las pirámides desde donde había unas vistas impresionantes, disfrutando de estas ruinas que quizás hayan sido las que más nos han gustado hasta ahora. Y además, mientras paseas por las ruinas puedes encontrar unas pequeñas caídas de agua conocidas como el baño de la reina donde también nos hubiese gustado bañarnos pero estaba prohibido. Al cabo de muchas horas salimos del recinto y todavía pasamos un rato en el Museo de Sitio, donde más detalladamente te explican la historia de Palenque y hay una copia increíble del sarcófago de Pakal (la original está oculta al público)

Todavía pasamos un día más en el Panchán, disfrutando de la música en directo y de la selva mientrás pensábamos cual sería nuestro próximo paso. Finalmente nos decidimos y todos menos Javi emprendimos camino hacia San Cristóbal de las Casas, uno de los destinos más esperados por nosotros. A Javi le dijimos solamente hasta luego, porque sabíamos que nos reuniríamos con él en poco tiempo. Y a Palenque le dijimos adiós con mucho calor, cogiendo un autobús que tras mucha subida y muchas curvas nos llevó hasta “San Cris”...