Es el viaje “por fuera”, parte esencial de nuestro proyecto y de nuestro sueño que va quedando reflejado en este cuaderno de bitácora que con tanto cariño compartimos con vosotr@s. Pienso que cuando lo bueno se comparte es todavía mejor.
Pero también existe otra parte del viaje que cuesta más sacar al exterior y al menos para mí es más importante que nuestras aventuras. Se trata del viaje interior, el viaje hacia dentro de un@ mism@, sin el cual nada de esto tendría sentido. El descubrimiento de cada un@ en cada paso que damos, el crecimiento (a veces a través de lo que yo llamo desaprendizaje), la introspección y el viaje hacia el corazón.
Por supuesto que este viaje interior no siempre tiene que ir ligado a un viaje real. De hecho, he comprobado como muchos turistas ocupan sus días de vacaciones con una agenda tan apretada que es imposible un rato de reflexión.
El viaje hacia dentro se puede hacer siempre, en cualquier parte y sin necesidad de moverse. Sin embargo muchas veces no nos lo permitimos (al menos yo) porque siempre tenemos obligaciones o preferimos ocupar nuestro “tiempo libre” con actividades varias que nos mantengan ocupados.
Nosotros decidimos plantear nuestro viaje a paso lento, sin prisa y con muchas ganas de encontrarnos con nosotros mismos. Y esta forma de concebir el camino nos ha dado y nos da la oportunidad de entrar en este laberinto con confianza y sin prisa de llegar al final, viviendo el ahora y aprendiendo a mirarnos desde dentro hacia afuera y no al revés.
Como podréis imaginar, muchas cosas han pasado desde aquel Nueva York nevado donde comenzamos nuestro viaje y que ahora nos parece tan lejano. No es mi intención narrar aquí todo lo que ha ido pasando durante mi viaje interior, porque sería imposible y porque además siempre nos cuesta más hablar desde dentro. Hasta hace poco no me percaté de que que esta parte tan importante faltaba en nuestro blog y en un ejercicio de autocrítica y meditación sobre ello me di cuenta de lo mucho que cuesta hablar de sentimientos en ciertos espacios ¿ Por qué nos sentiremos tan vulnerables al mostrarlos cuando al fin y al cabo tod@s sentimos?
Yo solamente quería mencionarlo e invitar a la reflexión y al viaje interior de cada un@.
De viaje se produce un encuentro con un@ mism@. Se pasan por muchas y diferentes etapas así como de situaciones nuevas. Muchos momentos de soledad, de espera, de situaciones límite, de toma de decisiones inmediatas o a largo plazo...Es entonces cuando aparecen aspectos de nosotros tal vez desconocidos y que pueden llegar a sorprendernos ( tanto positiva como negativamente).
Es curioso el viaje.
Por otro lado, muchas actividades cotidianas que antes no requerían tanto esfuerzo o dedicación en el viaje se convierten en tareas a veces interminables. Cocinar en la tranjea (es como un camping gas pero más lento), lavar, buscar un sitio donde dormir...Cambian las prioridades, cambia el tiempo, se vive con menos, cambian nuestros pensamientos y hasta a veces nuestras creencias porque todo se da la vuelta.
Simplemente observando como observas llegas a muchas conclusiones. Observando como te vas a adaptando a estos ritmos. Es cierto que todos los sentidos están más vivos, con una percepción diferente y hay que aprovechar esta oportunidad para viajar por fuera y por dentro. A veces todo es tan intenso que no da tiempo a digerir, pero también aprendemos a a no tener que mentalizar cada cosa que nos sucede. Simplemente vivirlo y sentirlo e ir más allá de la palabra. No todo lo que se experiencia requiere de palabras o explicaciones.
Sorprende el viaje.
Conocemos muchos sitios y muchas personas diferentes. Se crean amistades efímeras pero no por ello superficiales. Nos enriquecemos a través de ellas, pero hay que agarrar y soltar, no tener nada en las manos pero al mismo tiempo tenerlo todo.
También hay conflictos, crisis y malos momentos en los que no tienes ni tu espacio ni muchos de tus amigos ni tu familia ni tu madre que te cuida cuando estás enferma. Pero por otro lado a veces la distancia física se convierte en cercanía con los tuyos.
A veces llega el cansancio aunque el viaje sea a paso lento. Pero aprendes a escuchar y a escucharte. Por ejemplo, nosotros hemos decidido parar un “ratito” como dirían aquí. El lugar elegido es un hermoso pueblo grande en Chiapas, pero de esto ya hablaremos en otra entrada. Un rato para digerir, pensar, parar, respirar, reflexionar y estar un tiempo sin la mochila en la espalda y con un espacio para nosotros. Cuerpo, corazón y mente nos piden este parón por fuera y lo vamos a hacer mientras trabajamos en una huerta y seguimos nuestro viaje laberíntico de introspección en el que lo importa es caminar y no llegar hasta el final.
Gracias por estar ahí. Gracias por estar aquí.
Palo
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