El viaje desde Vieques hasta la parte vieja de San Juan fue toda una aventura. Primero tomamos un ferry desde la Isla Nena hasta la Isla Grande que salió con retraso debido a un pequeño incendio en las defensas del casco que la tripulación se tomó con calma el extinguir. Bienvenidos al Caribe. Después una "guagua pública" hasta la ciudad de Fajardo. Luego en Fajardo tuvimos que esperar en la estación de "guaguas públicas" hasta que hubiese suficientes pasajeros para marchar a Río Piedras, a las afueras de San Juan (los puertorriqueños que viajan en guaguas públicas no acostumbran a ir al Viejo San Juan). Finalmente en Río Piedras cogimos un autobús lleno de personajes (yonkis, gordas de uñas de 10cm con perros minúsculos vestidos como sus amas, colegiales, bebes en pañales, ancianos que se quedan dormidos...) que tarda 2h debido a un tráfico infernal en llegar a su destino: La bella ciudad colonial de San Juan. En total 7h para un trayecto de 1h y media a lo sumo.
En San Juan nos esperaba un calor bochornoso que combatíamos a la sombra de los inmensos árboles que salpican la ciudad cuyas raíces no entienden de barreras arquitectónicas y destruyen calzadas y muros a su antojo.
San Juan es una de las primeras ciudades fundadas por los españoles y una de las más bonitas y mejor conservadas. La ciudad es conocida como la Ciudad Amurallada por obvias razones y cuenta con una preciosa fortaleza (en realidad tiene 2) llamada San Felipe del Morro.
La ciudad está perféctamente cuidada debido a que es uno de los destinos favoritos para los cruceros que recorren el Caribe. Pasear por sus preciosas calles adoquinadas con piedras irisadas y contemplar sus casitas pintadas de llamativos colores es todo un placer.
Aunque se nota que es un oasis en la extensa y sobrepoblada ciudad de San Juan, preparada y conservada para el disfrute de turistas, todavía pueden encontrarse varias calles sin
bares o tiendas de souvenirs en las que sentirse por un momento parte de la ciudad y no un turista más.
En nuestra retina se quedarán grabadas imágenes de las sombras que proyectan los ventiladores en los techos de las habitaciones con las ventanas abiertas, patios llenos de plantas y cuadros que uno contempla a través de las lamas de una contraventana, o el sonido de una solitaria trompeta que inunda los rincones de una desierta calle al atardecer.
Tuvimos la suerte de estar alojados en casa de Borja y Fredericka, los cuales viven en el piso 16 de un edificio en primera línea de playa. Nos trataron fenomenal y tuvimos la oportunidad de degustar sushi estilo caribeño. Delicioso por cierto.
Este fue el final de nuestra experiencia caribeña que tanto hemos disfrutado. Aunque nos quedamos con la espina clavada de no habernos involucrado más con la población local y haber llegado a conocer que es lo que piensan y como viven. Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un "estado libre asociado" a EE.UU. caso único y muy interesante desde el punto de vista político y social. Pero bueno, las circunstancias no lo permitieron.
Paloma y Mikel
P.D. Podéis ver más fotos aquí
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