Lo cierto es que la ciudad nos recibió con los abrazos abiertos. El primer día lo decidimos pasar en Tepozotlán (hace años un pueblecito a las afueras del DF convertido ya en un suburbio más), donde nuestros amigos Juan Carlos y Jessi viven y a cuya estación vinieron a buscarnos. A esta pareja tan especial la habíamos conocido hacía unos meses en la Barranca del Cobre, y entre tequila y tequila les habíamos prometido una visita. Y además resultó que era un día especial porque jugaba la selección de México, y Juan Carlos es un gran aficionado del fútbol. Lástima que no les trajimos suerte, porque ese día la selección mexicana fue eliminada del mundial. Nosotros lo vivimos con pasión mexicana, y además disfrutamos del delicioso mole y lo pasamos como enanos con sus hijas.
Luego nos fuimos con ellos de tarde de domingo: paseo por la plaza del pueblo,heladito y espectáculos de gorra. Y como colofón, una multa de aparcamiento gracias a la cual aprendimos como funciona esto de la mordida, una práctica a la que según nos cuentan ningún policía es ajeno.
Aprovechando que la ciudad estaría tranquila (algo raro en el DF) tras la derrota de la selección, nuestros amigos nos llevaron al centro de la ciudad, concretamente al barrio de Polanco, donde vive Andrea, una amiga de Mikel que nos hospedaría unos días.
Fue extraño nuestra sensación circulando por la Avenida de la Reforma ya que una tuvimos una inesperada sensación de estar paseando por la Castellana. Sin embargo, después de ver iluminado el Palacio de Bellas Artes también le vino a Mikel el recuerdo de Buenos Aires.
A la mañana siguiente amanecimos entre ruidos de bocina y taladros en un cuarto pintado de gotelé, y por unos segundos creímos habernos levantado en Madrid. Como no sabíamos por donde empezar, decidimos ir a lo más típico, la inmensa plaza del Zócalo. Y para llegar hasta allí cogimos el metro por primera vez (que por cierto tan solo cuesta 20 céntimos) y lo sufrimos aunque también disfrutamos un poquito. Un lugar en el que los vagones parecen latas de sardinas (al menos hay un vagón para mujeres y niñ@s), en el que los vendedores de todo tipo de artilugios intentan ganarse la vida y donde es venerada una mancha de humedad que dicen, es la aparición de una Virgen.
Por fin llegamos a la archiconocida plaza del Zócalo, que estaba invadida por una pantalla gigante para ver el mundial y por el SME, el Sindicato Mexicano de Electricistas que desde hace más de un año reclaman la devolución de sus puestos de trabajo. El centro del centro, un lugar lleno de vida y de policías. Policías de un “cuerpo” bien relajado que pueden verse en corros de cháchara, leyendo el periódico o sentados en algún puesto de tacos.
Un lugar también un tanto inestable que poco se va hundiendo. La ciudad se encuentra sobre un lago (el lago Tenochtitlán) que poco a poco fue desecado y relleno con arena que no soporta el enorme peso de las enormes construcciones coloniales y que está cediendo dejando una curiosa estampa de edificios borrachos con muros inclinados y pisos en pendiente. Una sensación que en lugares como la catedral llegan a ser verdaderamente cómicos. Una catedral, la metropolitana, que por cierto nos gustó mucho y que no se parece a las recargadas catedrales de otros lugares de México. Llena de espectaculares altares y lugar del veneración del Señor del Veneno, una talla cuyos pies cuenta la leyenda fueron impregnados de veneno por un enemigo del sacerdote que oficiaba y que en el momento que este fue a besarle los pies se encogió y dobló las rodillas para que el párroco no fuese envenenado, tornándose negra la talla a causa del veneno.
Tras visitar la catedral entramos en el Palacio Nacional donde se encuentran los espectaculares murales que Diego de Rivera pintó sobre la historia de México. Más de 20 años tardó el maestro en retratar las culturas precolombinas y en elaborar un mural central donde se encuentran los personajes más importantes de la historia de México y que está flanqueado por otros dos murales, uno que sintetiza el periodo anterior a la llegada de los españoles y un tercero que constituye una mordaz y encarnizada crítica a la sociedad mexicana titulado: El mundo de hoy y del mañana; que está presidido por un Marx que guía al pueblo Mexicano en la destrucción del viejo orden, corrompida y oprimida por la clase política, el clero, el ejército y los intereses extranjeros.
Nuestro paseo por el centro prosiguió hacia la Plaza Garibaldi, donde los mariachis esperan en la sombra del parque a ser contratados para alegrar una fiesta o enamorar una chiquilla. También allí se encuentran algunas de las pocas pulquerías que quedan en México. Pulquerías que nos son más que bares donde sirven pulque, una bebida de gente ruda y de gaznate curtido que proviene de la omnipresente planta del Maguey y que tiene una textura viscosa y un sabor a fuego.
Y justo cuando íbamos a finalizar nuestra jornada de turisteo con un paseo por la antaño exclusiva Alameda, recuerdo del Porfiriato; nos encontramos con multitud de gente que cargaba figuras de San Judas Tadeo. Y de tanta gente que vimos (y que ya habíamos visto todo el día) le terminamos preguntando a una chicas que nos explicaron que el día 28 de cada més en la iglesia dedicada a este santo una misa especial donde se bendicen las figuras a este santo que en México tiene tantos devotos. Así que curiosos nos dirigimos a esta iglesia donde nos encontramos con cientos, de fieles con sus estatuillas de todos los tamaños imaginables, ataviados con todo tipo de parafernalia: gorras, camisetas, medallas, collares, pendientes, estampitas, etc) donde se podía escuchar a lo lejos a un sacerdote oficiando una misa que competía con los gritos de vendedores de comida, tabaco o medallas. Todo un espectáculo de fervor religioso muy a la mexicana.
Después de tener este primer día para ubicarnos en la gran ciudad, el segundo fue mucho más vivencial. Por la mañana nos fuimos a la casa de unos españoles amigos de Andrea, nuestra anfitriona, donde había una reunión muy a la española, con tortilla, paella y gazpacho; para disfrutar del partido de la selección. Fue como estar en casa con tanta furia roja, ya que armados con bocinas, camisetas y bufandas, no se paró de animar a la selección hasta el punto de que grafitearon su propio apartamento con un ¡viva España!, fruto de la Mahou y de la euforia.
Y después de este folclórico episodio, nos fuimos de nuevo al centro a ver más murales, un arte que en México nos está enamorando, no solamente por la belleza de las obras sino sobre todo por su significado y la repercusión que tuvieron. Esta vez fuimos a la antigua Escuela Nacional Prepatoria cuyos pasillos están decorados con obras de José Clemente Orozco, cuyos pasos habíamos empezado a seguir en Guadalajara. En las escaleras principales se encuentra el escalofriante mural de Cortés y la Malinche, que observan desnudos al espectador.
A la salida nos dirigimos a la Alameda, donde nos unimos a la manifestación por la liberación de los presos políticos de Atenco, situación de la que ya teníamos conocimiento y la cual queríamos apoyar. Y fue muy bonito descubrir que al día siguiente la Corte Suprema liberó a los doce detenidos y reconoció que el juicio en el que fueron condenados había sido una farsa.
Tras la manifestación nos fuimos a tomar unas cañas con unos amigos del Patio Maravillas que sorprendentemente nos habíamos encontrado en esta ciudad de 20 millones de personas. Y es que el mundo es un pañuelo. Un día más llegamos por la noche a casa molidos de tanto caminar por esta inmensa ciudad en la que cada vez nos sentíamos más tranquilos y contentos con todo lo que se nos iba ofreciendo. Este retorno era un placer imaginándonos la estupenda cama que nos esperaba ya que Andrea, muy gentilmente, nos ofreció su habitación. Muchas gracias.
Palo y Mikel
P.D: Podéis ver más fotos aquí
¡daaaaa! sean mas especificoszzz por que hacen a uno buscar mucho y perder el tiempo :P
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