Pues puestos a pedir, podíamos haber pedido que al llegar pudiésemos poner los pies en tierra firme Porque cuando llegamos a Mérida, sus calles parecían canales venecianos. Tres días de intensas lluvias habían inundado la ciudad que parecía ignorar el diluvio que caía. Nosotros, con las chanclas calzadas, los pantalones bien remangados y las capas de agua a modo de túnicas nos recorrimos la ciudad en búsqueda de la parada de autobús para ir a casa de Rosalba, nuestra siguiente anfitriona (CS). Más de una broma escuchamos al pasar con nuestras pintas de jorobados. Está claro que el conjunto macuto y capa de agua no es el atuendo más glamuroso del mundo. Pero ande yo caliente...
Y por fin tras mucho navegar llegamos casa de Rosalba, que vive con dos de sus hijas, su nieta, y cinco perros, la mayoría hembras. Una casa llena de energía femenina en la que disfrutamos de un cuarto de princesas lleno de muñecas y ropa. Estuvimos charlando con Rosalba mientras esperábamos la llegada de Javi, nuestro amigo que se iba a unir desde Colombia para recorrer parte de México y Centroamérica juntos, cuando un taxi se paró en la puerta de casa. Pero cual fue nuestra sorpresa (bueno, la de Palo porque Mikel era cómplice) cuando después de Javi, otra persona más bajo del coche. Era Lucía, amiga de Palo y compañera de piso en nuestros tiempos de Villabalcón, que también se ha unido a recorrer con nosotros las tierras americanas.
Así que a partir de ahora, y hasta no sabemos cuando, cuando hablemos de nosotros nos referiremos a esta nueva “familia” de cuatro. Nuevos aires y nuevos tiempos para esta aventura que cada día nos depara nuevas sorpresas.
Llenos de alegría y sin saber muy bien que decir pero queriéndolo decir todo, nos fuimos a cenar y hablamos, hablamos y hablamos...Y entre tanta plática, se nos pasaron dos días en Mérida. La lluvia se fue pero nos dejó un calor y una terrible humedad que nos hizo refugiarnos en la sombra de los árboles de los parques de la ciudad. Menos mal que por la noche se estaba agusto y pudimos ir a ver una bonita serenata yucateca, una velada folclórica amenizada con baile, música y poesía.
Mérida fueron días de encuentro y readaptación a un México muy diferente a los que habíamos visto. Atrás quedaron sombreros de vaquero, paisajes desérticos, música de banda norteña o el acelerado ritmo del DF. Ahora se lucen guayaberas, se escucha salsa y se habla como cantando. Infinitos méxicos en un solo país.
Después de Mérida nos fuimos a Pisté, el pueblo más cercano a las ruinas de Chichen-Itzá. Allí encontramos un destartalado hotel con pinta de haber tenido tiempos mejores en el que por pocos pesos nos dejaron una cabaña donde colgar nuestras hamacas. Allí pasamos un día tranquilo, disfrutando de la piscina del hotel y cocinando a fuego lento.
A la mañana siguiente nos fuimos caminando hasta estas archifamosas ruinas cuya pirámide principal está considerada una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo. Y la verdad es que son bien bonitas, aunque aquello parece Disneyland con tanto turista y tanto vendedor de los mismos recuerdos que se ven en todo México, ya sean ruinas mayas, aztecas o lo que sea. Y otra vez, como nos pasó en Teotihuacan nos dio rabia el que no hubiese explicaciones más detalladas de las ruinas. Nosotros nos acordábamos de la charla sobre astronomía maya a la que fuimos en Ensenada y en la que nos explicaron muchos de los secretos de las edificaciones mayas de este lugar, como los del llamado “observatorio”, un templo con una curiosa estructura cuyas puertas revelan decenas de alineaciones con estrellas en días concretos de año. Impresionante también fue el campo para jugar a la pelota. Un juego practicado por muchas de las civilizaciones mesoamericanas en la que cada equipo intenta introducir una pesada pelota de caucho por un aro situado en los muros laterales golpeándola con las caderas y los hombros. Un juego ritual en el que el capitán del equipo ganador era sacrificado en honor a los dioses. Y por supuesto el llamado “Castillo”, la pirámide de Kukulcan (el equivalente maya a Quetzalcoatl) que cada equinoccio de primavera desciende por una de las escalinatas en forma de sombra zigzagueante (Kuculcán es una serpiente emplumada) para indicar el comienzo de las lluvias y regresa a las alturas de nuevo en el equinoccio de otoño indicando el momento de siembra. Una estructura que además es un calendario gigante cuyos niveles, escalones y lados se combinan matemáticamente para revelar diferentes ciclos y etapas del calendario maya.
Tras esta visita arqueológica que terminó con un gran aguacero (en el sur de México en esta época a uno le puede llover en cualquier momento) nos fuimos al bonito pueblo de Valladolid. Allí paseamos por sus calles tranquilas y coloridas y nos tomamos más de un café esperando a que diesen las tres de la mañana que era a la hora que pasaba el único autobús a Chiquilá donde tomaríamos el ferry a la isla de Holbox, la isla del tiburón ballena.
Palo y Mikel
P.D: Podéis ver más fotos aquí
Palo y Mikel! Aquí Sissi, dando una paseadita por su viaje! increible... vi las fotos del jardín del inglés, y leí lo escrito por ustedes!! de verdad de verdad, muero por ir!!
ResponderEliminarEspero (veo) que la están pasando bien! Me alegro mucho por ustedes...
cuídense, coman mucho y rico, escriban todo... es bueno y pone de buenas leerlos. Es como viajar un ratito...
Sissi