jueves, 25 de febrero de 2010

Vacaciones en el paraíso

Después del frío polar que pasamos en Nueva York y en New Jersey rápidamente emigramos hacia las cálidas aguas del Caribe. Amablemente invitados por nuestros mecenas Susan y Allan a los cuales estaremos eternamente agradecidos por su hospitalidad durante estos meses, llegamos finalmente en barco a Vieques, la Isla Nena de Puerto Rico.
Allí nos esperaban días de playa, piña colada y relax absoluto. Nuestra máxima preocupación se limitaba a preparar los sándwiches del medio día.
Los Smiths son viejos amigos de los padres de Mikel y su familia adoptiva durante el año que vivió en EE.UU. Desde hace 15 años esta fantástica familia huye al calor de Vieques cuando en New Jersey suele estar nevando. Eligieron este destino porque es posiblemente la isla del Caribe menos desarrollada y explotada turísticamente debido a su historia (mirar entrada anterior). Alquilan una pequeña casa en lo alto de una colina donde cuentan con una vista que quita el hipo. No hay nada mejor que mirar el horizonte al atardecer desde esa terraza donde se pasa la mayor parte del tiempo que se está en casa.
Los días son copias unos de otros. Levantarse tarde, hacer un poco de yoga (más Palo que Mikel), desayunar un buen bol de fruta tropical, hacerse los bocatas para la playa y llenar l
a neverita de cervezas bien frías, untarse de crema solar factor infinito y montarse en el coche rumbo a una playa distinta cada día.
Las playas son bastante salvajes y si tienes suerte puede que la disfrutes tú solo. Sin embargo los fines de semana a los locales les gusta pasar el día en la playa en plan dominguero y con su salsa o reggaeton a todo trapo.
Nosotros dedicamos las horas de playa a leer y a explorar el
mundo marino así como la flora y fauna de la playa tan abundante y diferente a la que estamos acostumbrados. Snorkeleando, como dice Palo, tuvimos el placer durante unos minutos de nadar junto con una manta raya y con una pareja de sepias que parecían bailar en pareja . También vimos peces y corales de todos los colores e incluso Mikel casi atrapa una langosta con sus propias manos. En tierra firme uno se entretiene buscando cangrejos, intentanto coger cocos o saludando a los caballos que vagan libres por la isla.
Por la tarde después de la playa, tras una duchita y una piña colada casera viendo el atardecer con buena música de fondo, solíamos salir a cenar fuera o preparábamos algo rico para tomar en casa. Vamos, un estrés total.

Sin duda lo más alucinante que hicimos fue la
excursión nocturna a la bahía Mosquito, la segunda bahía con más bioluminiscencia en el Mundo. Para los que no sepaís lo que es eso de la bioluminiscencia, se trata de unos microorganismos que suelen encontrarse en el agua del mar y que al ser agitados emiten una luz. Algo así como la luz de una luciérnaga pero en pequeñito. En esta bahía lo que sucede es que su concentración, debido a las características de la misma, es elevadísima. Ésto significa que cuando uno se tira al agua (mejor si no hay luna) su cuerpo se ilumina como si fuese radioactivo. Una cosa mágica donde las haya. Es como si uno se transformase en el el Dr. Manhattan de los Watchmen.

Pero tras casi dos semanas de "vacaciones en el mar" decidimos ir a la Isla Grande para pasar un par de días en San Juan antes de volar de nuevo a New Jersey, nuestra base de operaciones.

Nunca se podría explicar con palabras la belleza de una isla como esta, así que aquí os dejamos con las fotos de esos días.

Palo y Mikel

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