jueves, 8 de julio de 2010

El lugar donde sucede todo: México DF (parte 2)

Cuando nos levantamos y tras un buen desayuno, nos fuimos paseando hasta el Bosque de Chapultepec, donde se encuentra el Museo Nacional de Antropología, uno de los mayores atractivos del DF. Justo antes de entrar tuvimos la suerte de ver “el baile de los voladores”, una danza ritual de los indígenas Totonac del Tajín en Veracruz en el que cinco personas se suben a un altísimo poste y mientras uno de ellos se queda sentado y toca ritmos tradicionales, los otros cuatro, con cuerdas atadas a la cintura y boca abajo comienzan a descender dando vueltas alrededor del poste. Una especie de puenting a cámara lenta y con menos medidas de seguridad ya que no llevan arnés.

Y después de esta sorpresa, tocó una completa inmersión de varias horas en las civilizaciones precolombinas: mayas, aztecas, toltecas, olmecas...En este museo está todo y muy bien explicado, algo que echamos de menos cuando visitamos ruinas o yacimientos arqueológicos. Aprendimos sobre la sabiduría astronómica de los mayas, la cosmogonía tolteca, la obsesión de los olmecas por la cabeza o los sangrientos rituales de los aztecas.

A la salida aprovechamos y estuvimos paseando por el Bosque de Chapultepec, el pulmón del DF donde se encuentran algunos de los museos más importantes.

Esa noche, tras despedirnos de Andrea muy agradecidos por su hospitalidad, cogimos los macutos y nos fuimos al barrio de Universidad donde vive Carlos (Cheli para los amigos) junto con sus cuatro compañer@s de piso y l@s dos o tres amig@s que andan de paso. Carlos es amigo de un compañero de Mikel de la ODS y no dudó ni un segundo en ofrecernos su casa durante el tiempo que quisiéramos. Es más, su compañera de piso nos ofreció dormir en su cuarto con ella ya que todos los sofás estaban ocupados. Una casa llena de vida donde te puedes encontrar a alguien jugando a la videoconsola a altas horas de la madrugada o donde puedes unirte a muchos de los planes que surgen continuamente. Nosotros nos fuimos con ellos a jugar a los billares al barrio de Roma, y otra noche nos juntamos unos cuantos para ir a Xochimilco, donde están las famosas trajineras, que son unas enormes barcas cubiertas que se alquilan con gondolero, música y velas; para recorrer los canales (así era el DF cuando llegaron los españoles). Nosotros lo pasamos de lo lindo bebiendo tequila y escuchando a los músicos que nos abordaban y a los que demasiada gente había pagado con alcohol y tabaco.

Uno de nuestros días en el DF lo dedicamos casi en exclusiva a visitar Teotihuacan, las ruinas de una antigua civilización mesoamericana muy anterior a los aztecas y que estos consideraron un lugar sagrado y de peregrinaje ya que ahí pensaban que allí nació Quetzalcóatl, principal deidad común a todas las culturas mesoamericanas. Las principales construcciones son dos inmensas pirámides dedicadas al sol y a la luna, y la Calzada de los Muertos a cuyos laterales se encuentran los restos de numerosas casa y palacios. Y todo eso construido sin la ayuda de animales de carga o herramientas de metal.

Otro de los días también lo dedicamos en exclusiva a Coyoacán, un pintoresco y bohemio barrio de las afueras (antes era un pueblo). Allí nació y vivió toda su vida Frida Kahlo en la Casa Azul, ahora convertida en un museo dedicado a la vida de esta pintora. Allí aprendimos sobre su atormentada vida, lo que nos ayudó a comprender sus obras. Su vida quedo marcada por el sufrimiento físico que comenzó con la polio y continuo con diversos accidentes. Gran parte de sus pinturas las realizó postrada en su cama y en ellas queda reflejada su lucha contra el dolor y los convencionalismos sociales así como su gran fuerza y su amor por la vida y por Diego de Rivera, con el que tuvo una apasionada y tortuosa relación.

Cuando salimos nos dirigimos a la casa en la que Trotski pasó sus últimos días de vida. Una pequeña y humilde fortaleza que de nada le sirvió a este ideólogo comunista que murió allí asesinado.

Después de unos días en casa de Cheli y sus estupend@s compañer@s de piso, nos mudamos por segunda vez a lo que sería nuestro tercero y último hogar en el DF, la casa de Jennifer y Arturo.Esta pareja de cuentacuentos nos abrió su casa de par en par gracias a Irene, una amiga de Madrid que les conoció de viaje. De hecho, ellos también recorrieron durante un año América contando cuentos y atesorando experiencias y buenos recuerdos. La conexión fue muy buena desde el principio y con ellos nos fuimos a visita y charloteo durante todo un día. Visitamos el precioso Palacio de Bellas Artes, cuyo interior está decorado con murales de los tres grandes maestros mexicanos de esta disciplina: Rivera, Orozco y Siqueiros. Además, tuvimos la suerte de poder ver una exposición de Magritte en su interior. También con ellos nos fuimos a visitar el famoso mural de Diego de Rivera: “Sueño de una tarde de domingo en la alameda” que se encuentra en un edificio construido exclusivamente para albergarlo y que disfrutamos mientras un pianista en directo deleitaba a los visitantes. Y por si nuestros anfitriones no hubiesen hecho suficiente ya por nosotros, se empeñaron en invitarnos a comer a un rico restaurante en el bonito barrio de la Condesa, donde tomamos un riquísimo pescado. Vaya par de ángeles de la guarda nos habíamos encontrado. En la comodidad de su casa aprovechamos para relajarnos, ver alguna peli que otra, prepararles una rica comida española y descansar de la vorágine de esta inmensa metrópolis.

Como colofón a nuestra visita, aprovechamos el último día para conocer el famoso campus de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) que no pudimos disfrutar en su pleno esplendor ya que las clases habían finalizado y estaba bastante vacío. Alucinamos con su inmenso tamaño, ya que cuenta con más de 300.000 alumnos y 35.000 profesores, un equipo de la primera división mexicana de fútbol, varios museos, decenas de facultades, un estadio olímpico y hasta una reserva ecológica. La más prestigiosa universidad de América Latina, epicentro de importantes revueltas sociales en el 68 (que culminaron con la matanza de Tlatelolco en la que fueron asesinados centenares de estudiantes) y una maravilla arquitectónica que le ha valido el premio Príncipe de Asturias de humanidades.

Esa tarde, mientras el cielo se derrumbaba sobre nuestras cabezas nos despedimos del DF para partir a tierras lejanas. Atrás dejábamos una frenética ciudad en la que siempre hay algo que hacer y a quien nadie deja indiferente. Teníamos por delante nada más y nada menos que 22 horas en un autobús que nos llevaría hasta Mérida (Yucatán) donde nos esperaba nuestro amigo Mingo con una gran sorpresa.

Palo y Mikel

P.D: Podéis ver más fotos aquí

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