Nuestro primer destino de la costa oeste ha sido San Francisco, “la ciudad en la bahía”.
Estado Unidos en un país inmenso con muchos sitios que nos gustaría visitar, pero también es un país mucho más caro que los países latinoamericanos, así que nuestro presupuesto sólo nos permite visitar aquellos sitios donde tenemos conocidos que nos puedan alojar.
En San Francisco nos fallaron los contactos que teníamos, aunque aún así no nos lo queríamos perder, así que utilizamos un as que teníamos guardado en la manga, el Couch Surfing (y su clon, Hospitality Club). Para los que no los conozcáis, se trata de dos páginas en las que uno se puede registrar para ofrecer o buscar un lugar donde alojarse, generalmente el sofá de su casa. Pero ya haremos una entrada a parte sobre este asunto que nos encanta y pensamos seguir utilizando.
Nuestra llegada a la ciudad empezó con un malentendido que nos hizo tener que buscar un hostal a las 11 de la noche para pasar la noche. Volvimos a acordarnos de nuestros años de Interrail en un albergue lleno de jovenzuelos que se preparaban para salir de fiesta con los nuevos amigos de otro país que se habían echado. Nosotros nos fuimos directos a la litera.
Al día siguiente dejamos las mochilas y nos fuimos a pasar el día a Berkeley, una pequeña ciudad al otro lado de la bahía donde se encuentra una de las principales universidades de California. La universidad de Berkeley fue el escenario de las mayores protestas estudiantiles contra la guerra de Vietnam además de continuar siendo un polo de activismo político bastante importante en la actualidad. A nosotros nos encantó pasear por su precioso campus con un gran ambiente festivo, ya que era el día en el que empezaba el Spring Break (vacaciones de semana santa). Nos llamó la atención la diferencia con la otra universidad que hemos visitado en Estados Unidos, la de Princeton, una universidad privada mucho más selecta y con unos estudiantes un tanto más homogéneos. Berkeley recuerda más a la Ciudad Universitaria de Madrid, con sus punkis, su gente tirada en el césped disfrutando del sol o sus vendedores ambulantes a la salida del metro.
Por la tarde quedamos en la calle Telegraph para tomarnos un café con Taylor un conocido que estudia allí y nos dimos un paseo por la tiendas de discos usados, las librerías y los puestos callejeros. La verdad es que nos gustó mucho el lugar y tiene que ser una gran experiencia poder estudiar en esta universidad.
Entrada la tarde volvimos a San Francisco a por nuestras mochilas y emprendimos rumbo a la casa de Francisco, nuestro primer contacto que gracias al Couch Surfing nos iba a alojar durante varias noches. Su casa se encontraba cerca de The Castro, el barrio gay por autonomasia de EE.UU. Pero para llegar había que subir una cuesta de esas que salen en las películas y en las que a veces se puede ver a algún osado ciclista subiendo. El esfuerzo mereció la pena. En su casa de tres plantas, nos esperaba Francisco, un mexicano de 38 años que reside en la zona desde los 16 años cuando emigró con su familia. Un verdadero ejemplo del famoso “sueño americano”. Sus padres vinieron como braceros a trabajar en el campo y él ahora ocupa un alto cargo en una empresa de diseño.
Tuvimos la suerte de tener nuestra propia habitación y de que la casa se encontraba muy cerca de Mission, nuestro barrio favorito en el que pasamos los dos días siguientes.
Mission es el barrio latino de San Francisco, pero desde hace unos años se ha convertido también en uno de las barrio más bohemios. La mezcla resulta curiosa. Los cafés y las librerías se alternan con las taquerías donde disfrutar de uno de los famosos burritos del barrio. Comiendo un burrito de cinco dolares, te sientes lleno durante cinco días. Lo decimos por experiencia.
Pero en otras zonas uno se siente trasladado a un país latinoamericano, con comercios y letreros únicamente en español.
Es uno de los barrios de la ciudad donde hay más murales, muchos en español y la mayoría reflejando las luchas de los emigrantes, tantos en sus países natales como aquí.
A nosotros nos gustó especialmente la calle Valencia, en la que hay tiendas muy curiosas, sitios donde salir a bailar y librerías muy interesantes.
Una de las cosas que más sorprende de San Francisco, y de manera positiva, es el gran número de librerías y la calidad de las mismas. Una de ellas en concreto, City Lights Bookstore, frecuentada por autores de la Beat Generation y que cuenta con su propia editorial, es sin duda alguna la mejor librería que conocemos.
Otro punto donde se siente la mezcla es el Dolores Park, toda una experiencia sociológica. Pero para entenderlo mejor mirar la entrada anterior.
Y hablando de experiencias sociológicas, no se nos puede olvidar mencionar la fiesta a la que nos llevó Francisco nada más conocerle. Se trataba de una fiesta benéfica en la que el objetivo era recaudar fondos para una escuela primaria. Pero no os imaginéis la típica fiesta en el patio del colegio en la que se venden las manualidades que han hecho los niños o la tómbola con los juguetes usados que ha traído cada uno. Ni punto de comparación. Ésto era una fiesta cool en un garito de moda con gorilón en la puerta y una larga fila de sujetos a la moda esperando entrar. A nosotros nos dieron una pulsera VIP y no tuvimos que hacerla.
En el interior de la sala colgaban numerosas obras de arte que diferentes personas habían cedido para su subasta. También se subastaba bisutería de diseño, trajes y numerosos servicios como paseos en limusina, reportajes fotográficos o cenas en caros restaurantes.
Por supuesto también había manualidades de l@s niñ@s, sabiamente guiadas por las manos de algún adulto con olfato comercial, que parecían verdaderas obras de diseño.
Todo esto amenizado con Djs, conciertos y luces de colores.
La idea suena rara, pero lo cierto es que recaudaron 50.000 dólares. Ay, si las monjas de nuestro cole lo hubiesen sabido...
Aunque estábamos encantados en el barrio de Mission, había que descubrir más partes de la ciudad.
Por suerte para ir andando a casi cualquier lado había que cruzar el barrio de The Castro, el barrio gay. A algunos os sonará de la película de Harvey Milk, cuyo nombre ha adoptado la plaza principal del barrio donde ondea una inmensa bandera arcoiris. Este defensor de los derechos de los homosexuales asesinado a finales de los 70 también da nombre a un centro de derechos civiles y su imagen puede verse en bastantes comercios de la zona recordando bastante a la imagen del Ché. El barrio es muy agradable (¿por qué será que todos los barrios gays siempre están muy bien cuidados?) y además de poder verse las típicas atrevidas tiendas gays, es donde se ubica el teatro Castro, un cine de los que ya no quedan, construido en los años 20, con un gran neón en la fachada, asientos de terciopelo rojo, un telón que cubre la pantalla y hasta un organista que ameniza los momentos anteriores a la proyección.
Otra de las mañanas la pasamos en el Museo de Arte Moderno, el cual se encuentra en el barrio de SoMa, y nos gustó sobre todo por su colección de fotografía. Nos quedamos con las ganas de visitar el Museo de la Diáspora Africana que se encuentra muy cerca pero estaba cerrado.
Como no podía ser menos, uno de los días tocaba visitar las principales atracciones turísticas: Chinatown, North Beach, la famosa calle que hace eses y los muelles, desde donde se ve Alcatraz y el Golden Gate Bridge.
Está bien, pero sin más. No nos pareció tan auténtico como otras zonas de la ciudad. Por destacar algo, las mujeres chinas jugando a las cartas en el parque y la Transamerican Piramid, uno de los rascacielos más originales que hemos visto.
Los últimos dos días los pasamos en casa de otra pareja que nos también nos acogió gracias a Couch Surfing. Carrie y Greg, como se llamaban, vivían en Haight-Ashbury, el barrio hippie y una de las zonas que nos faltaba por conocer. Con esta simpática pareja tuvimos interesantes conversaciones sobre viajes ya que ellos han viajado por varias regiones del mundo de mochileros. Sus experiencias nos dieron ánimos para continuar con nuestro viaje y nos dieron valiosos consejos.
Por su barrio pasamos todo el día siguiente. Además de recorrernos la Haight street un par de veces, visitamos unos cuantos parques. Primero subimos al Buena Vista Park, una colina completamente cubierta de vegetación de lo más salvaje que recorren varios caminitos de tierra y escaleras construidas con traviesas de madera. Es un placer sentirse en pleno bosque en medio de la ciudad. Luego subimos al adyacente Corona Heights, una colina descubierta desde la que se puede ver toda la ciudad con unas vistas de la ciudad decasi 360grados. Por último nos fuimos a pasar lo que quedaba de día al inmenso Golden Gate Park. Este parque, bastante más grande que el Central Park de Nueva York, nos pareció de lo mejorcito de la ciudad. Tiene lugares de ensueño con árboles milenarios, un jardín japonés, museos, un jardín botánico, instalaciones deportivas y de recreo para todos los gustos y un lago precioso. La verdad es que esta ciudad está llena de naturaleza. Viniendo de una ciudad donde el alcalde sustituye los pocos árboles que hay por farolas y raquíticos ficus, y las plazas parecen aparcamientos para coches donde es imposible cobijarse del sol, San Francisco nos parece que está inundada de vegetación. Cuenta con cuatro o cinco parques en los que los que el árbol más pequeño es más grande que el mayor árbol del Retiro, sino porque las flores, de todo tipo y color inundan las calles, los jardines y las ventanas. La mayoría de los alcorques son sembrados con preciosas flores por los vecinos de las casas de enfrente que personalizan cada uno de ellos. Los enormes lirios crecen por todas partes como si fuesen malas hiervas y la variedad de árboles que se ven en las calles es increíble, muchos de ellos llenos de preciosas flores que nadie se atreve a arrancar.
Ese día decidimos terminarlo en la playa (si, esta ciudad lo tiene todo) viendo la puesta de sol y con ganas de unirnos a alguna de las hogueras que grupos de gente estaban empezando a encender.
Así terminó nuestra primera visita a San Francisco, porque pensamos regresar. Primero vamos a pasar un par de noches a la vuelta de Las Vegas, y además nos encantaría venir al Green Festival, un encuentro sobre ecología política que pinta estupendamente y que cae en fechas durante las que andaremos por Santa Cruz, no muy lejos de la ciudad.
Porque esta ciudad nos ha encantado. Es una ciudad que rompe con muchos de los estereotipos que se tienen sobre Estados Unidos y realmente es muy diferente a la mayoría de lugares que hemos conocido en este país. Es una ciudad muy activa socialmente que rompe con las tradicionales líneas políticas que rigen Estados Unidos. A modo de ejemplo, en 5 días recorriendo la ciudad entera no vimos más que 2 McDonalds, que por cierto, estaban vacíos; el beber en la calle, algo super prohibido en el resto del país, es algo normal en esta ciudad e incluso la Marihuana es legal para usos terapéuticos. Además la gente es muy amigable y diversa. Su tamaño es agradable y permite ir a pie a muchos sitios, y si no hay un sistema de transporte público, que si bien no llega a ser como los europeos, es de los mejores que nos hemos encontrado en el país. Además, si quieres moverte en bici, pero no quieres subir tanta cuestas, los autobuses cuentan con un portabicicletas en la parte delantera. Ya podría tomar nota Gallardón. Es una ciudad muy divertida llena de gente rara. Aunque parezca mentira vimos 3 personas llevando a sus gatos en un carrito de bebé (uno de ello con estéreo incorporado por el que se escuchaba a los Kiss a todo trapo). La mezcla de hippies, bohemios, gente sin hogar, raperos, skaters, punkis (que por cierto, aquí acostumbran a llevar un monopatín en la mochila), ejecutivos, modernos de todos los sabores y numerosa población emigrante; resultan en una amalgama de lo más entretenido. Una armonía difícil de encontrar en otra ciudad.
Esta es San Francisco, Frisco para los amigos.
Mikel y Paloma
Chicos qué delicia leeros. Estoy viajando con vosotros y lo paso genial. Me encantan las fotos y vuestras crónicas. Seguid así que nos alegráis la vida. Muchos besos
ResponderEliminarHola Amigos!
ResponderEliminarEs bien humeroso para ver mi casa en su blog. Ojala que su viaja es divertido, feliz y que vean todo que quieren.
Nos Vemos!
-Greg