Pero todavía teníamos algunos planes pendientes que finalmente pudimos llevar a cabo. Uno de ellos fue ir al pueblo de Tequila y conocer algunas de sus destilerías además de disfrutar de la vista de los campos de agave azul (la planta de la cual se extrae esta bebida alcohólica), declarados patrimonio de la humanidad. Hasta hace unos años el tequila era considerada una bebida de muy baja categoría pero fue redescubierta por los mexicanos y por el mundo en general. El tequila solamente puede ser producido en el estado de Jalisco y algunos municipios aledaños ya que es una denominación de origen (aquel producido fuera de este territorio debe llamarse mezcal). Nosotros conocimos todo el proceso artesanal de destilación y las diversas variedades del tequila que hay en la preciosa hacienda de José Cuervo.
Otro de los planes pendientes era visitar el mercado de San Juan de Dios, que con sus tres plantas y sus numerosos patios es uno de los mercados cerrados más grandes de América. Un interminable laberinto donde encontrar desde una copia pirata de la última película de estreno, hasta unas botas de piel de serpiente talla bebé. Sin faltar la zona de puestos de comida, el mercado de flores o el de artesanía. Eso sí, nosotros descubrimos que hay de todo pero no encuentras nada porque basta buscar una capa de agua para que nadie te sepa decir dónde comprarla.
Pero si hay un hecho que nos dejó huella (en el caso de Palo literalmente) fue lo que hemos venido llamando ”El gran madrazo”, es decir el gran tortazo. Todo sucedió una bonita mañana de sábado en el Bosque de la Primavera donde muchos amantes de la bici de montaña se congregan para recorrer sus escarpados y según el criterio de Palo, suicidas senderos. Vestidos con nuestro modelito Indurain y animados por Juan Carlos, comenzamos la aventura que para Palo sólo duró cinco minutos ya que en la primera cuesta clavó la rueda delantera y cual mújer pájaro voló y aterrizó en su costado derecho. Tras eso llegaron las lágrimas y el no poder ni levantarse para volver al coche. Así que mientras Guiomar se quedaba con la lisiada, Mikel y Juan Carlos continuaron el camino disfrutando de lo lindo con unos espectaculares descensos. La historia acabó en el hospital con una amputación. Ah, no, al final no fue nada serio y se quedó en un gran moratón y un codo deforme.
Durante estos días también hubo otro hecho histórico ya que nos separamos durante más de dos horas por primera vez desde que empezamos nuestro viaje. Palo pasó una tarde entera en el sitio donde trabaja Sisi, una amiga de Guiomar, que es hipoterapeuta(terapia con caballos) y trabaja con niñ@s autistas en un centro donde las profesionales se entregan a su trabajo con pasión y los resultados son espectaculares.
Por último, una realidad que marcó nuestros días y de la que no se puede escapar durante estas semanas es el Mundial. Y aunque no somos muy futboleros la pasión que despiertan los partidos son toda una fiesta popular que no nos podíamos perder. Así que nos hicimos hinchas del Tri (la selección mexicana) y también seguimos a la Furia Roja (¿pero desde cuando Raúl no juega en la selección?).
Después de una semana en Guadalajara (y esta prometimos que sería la última) dijimos adiós a Juan Carlos pero no a Guiomar, ya que se animó a viajar con nosotros durante unos días a la Huasteca Potosina, nuestro seguiente destino.
Palo y Mikel
P.D: Podéis ver más fotos aquí
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