jueves, 20 de mayo de 2010

La barranca del cobre

El único ferrocarril de pasajeros que sigue activo en México tras su desmantelamiento en los años 90 es el famoso Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, o Chepe, como se conoce aquí. Este increíble ferrocarril atraviesa la Sierra Tarahumara de los Mochis hasta Chihuahua pasando por la conocida Barranca del Cobre.

Nosotros lo abordamos en Los Mochis pero tuvimos que esperar un día para poder tomarlo puesto que el de clase económica sólo pasa tres días a la semanas. Así que aprovechamos para conocer la ciudad Sinaloense que aunque no tiene mucho encanto turístico si que nos pareció que tenía más vida que las ciudades de la Baja California que conocimos. Visita a la catedral y al pequeño museo de la ciudad, paseos por el mercado (con sabroso desayuno incluido) y por el parque central y largos ratos en la plaza principal viendo a los ancianos charlar, a los colegiales salir en parejas de la mano a pedir un “raspado” en el puesto de la plaza y los sin techo dormitar a la sombra.

Además nuestro anfitrión Roberto, un mexicano de 37 años que va para notario (con la seriedad que le corresponde) nos llevó a comer un rico pescado zarandeado (pescado a la parrilla) a la playa con interesantes conversaciones sobre política (él es un priista convencido).

Al día siguiente tuvimos que pegarnos un buen madrugón para estar a las 6 de la mañana en la estación del Chepe de Los Mochis, donde empezaba un largo y precioso camino hacia Creel, en el corazón de la sierra tarahumara. Durante estas diez horas de viaje(además de desayunar y de dormir) pudimos disfrutar de unas vistas alucinantes entre cañones y lagos de montaña sólo accesibles para quien viaja en tren ya que no hay otra manera de cruzar la sierra Tarahumara.

Hacia las cinco de la tarde llegamos a Creel, y fuimos directamente a nuestro albergue,Casa Margarita, el único que hemos pagado hasta ahora en México y una verdadera ganga ya que cuesta 100 pesos (6 euros) al día por alojamiento, desayuno y cena. Bien limpio y con internet incluido. Estas condiciones lo convierten en el lugar donde vienen a hospedarse la mayor parte de los mochileros que llegan a este paraje. Nosotros no queríamos pagar ningún tour organizado así que decidimos explorar la Barranca del Cobre subidos en una bici de montaña. Se nos unieron Olivier, un chico de Nantes, y Rob, un chico de Quebec, que conocimos en el albergue y juntos pasamos los tres días que estuvimos en Creel (aunque Rob nos acompañaría en algunas etapas más de nuestro viaje), hablando en francés, sudando la gota gorda subiendo las cuestas mortales que hay en esta sierra y perdiéndonos por los valles y bosques donde los Rarámuri habitan. Los Rarámuri, mal llamados indios tarahumaras, son los habitantes nativos de estas tierras. Su nombre significa “aquellos que corren rápido” ya que tradicionalmente cazaban agotando a los venados tras perseguirles a pie y acorralarlos en un precipicio. Además tienen un juego tradicional que consiste en perseguir una pelota hecha de raíces pateándola hasta una meta ubicada a una distancia de hasta 200km por lo que el juego suele alargarse varios días. Actualmente quedan unos 50.000 y a las mujeres es fácil reconocerlas puesto que todavía visten con sus trajes tradicionales llenos de color y con un pañuelo a la cabeza. Los hombres en cambio ya no visten de manera tradicional aunque aún se les puede escuchar al oír su lengua tradicional. Desde hace años su modo de vida se está modificando bastante. Existe un gran porcentaje que vive del turismo vendiendo artesanía, a veces de manera demasiado insistentemente. Sin embargo, a pesar de la amenazas a su tradicional modo de vida por parte del desarrollo turístico, la minería y la tala de árboles y el cultivo de marihuana que les lleva hacia la dependencia del turismo, todavía existe un porcentaje de rarámuris que vive de espaldas al turismo, algunos habitando en cuevas, cultivando sus pequeñas parcelas y administrándose de manera ejidal (de manera comunitaria) y conservando su extremada timidez hacia los turistas y el resto de mexicanos. Serias miradas de niñ@s que se esconden detrás de sus madres y nerviosas sonrisas al preguntarles desorientados como llegar a algún camino.

El primer día con las bicis nos hicimos un largo recorrido (9 horas ni más ni menos, la mitad del tiempo perdidos) por la sierra pasando por el lago Arareko y visitando el valle de los monjes (conocido por los Rarámuri como valle de los penes erectos), de las ranas y de los hongos cuyos nombres derivan de la forma que tienen las rocas que se encuentran en ellos. También vimos la bonita misión de San Ignacio perdida en medio de uno de los valles.

El segundo día (aunque con agujetas en el culo después de la paliza del día anterior) nos fuimos con las bicis de excursión a las termas de Recowata, las cuales se encuentran a 20 km de Creel. Los peores momentos fueron los primeros dos km ya que la subida era mortal, y los últimos cuatro que hay que hacerlos andado porque la bajada en bici es imposible ya que saldrías volando. Lo mejor de esta excursión fueron las vistas durante esta espectacular bajada(que luego fue terrible subida) ya que las termas resultaron ser unas piscinas calientes que estaban llenas de domingueros que curiosamente habían llegado en coche aunque este prohibido (luego nos enteramos que se conseguía con una mordidita de cien pesos). Durante el camino también nos desviamos a un mirador desde donde pudimos contemplar unas buenas vistas de uno de los cañones. Ese día llegamos al hostal hechos polvo y aunque era el cumple de Mikel no lo pensábamos celebrar, hasta que Juan Carlos, un mexicano que andaba por el hostal se enteró y decidió sacar la botella de tequila con la que viajaba para celebrarlo, ya que él también estaba de aniversario con su esposa. Se nos fue uniendo la gente y otro mexicano sacó otra botella de ron con la que viajaba. Lo que empezó como un brindis de cumpleaños acabó como una fiesta en condiciones. Viva la gente. Al día siguiente ya nos despedíamos de Creel y cogíamos de nuevo el tren de vuelta a Los Mochis, no sin antes hacer una excursión por Divisadero, al borde de unos cañones desde donde se puede contemplar la grandeza de la Barranca del Cobre. Por la noche llegamos a Los Mochis y desde allí “agarramos un camión”(aquí no se les llama autobuses y mucho menos se cogen) que nos llevó hacia Mazatlán. Por suerte son muy cómodos y llenos de espacio, así que aunque fueran pocas horas dormimos hasta nuestro destino.


Palo y Mikel

P.D: Podéis ver más fotos aquí


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