miércoles, 24 de noviembre de 2010

En territorio maya

El último destino durante el breve tour por Guatemala fue la isla de Flores y las cercanas ruinas de Tikal, ambas localizadas en el extenso estado de El Petén, que casi ocupa la mitad del país. Durante horas recorrimos interminables carreteras en línea recta flanqueadas por extensos monocultivos de palma africana, papaya o banano. Estos terrenos fueron arrancados a la jungla en un área que hace cien años era prácticamente inaccesible. Ahora, colonos y empresas extranjeras favorecidos por el gobierno se reparten los suculentos dividendos de la agricultura destinada a la exportación.

Flores es una preciosa y minúscula ciudad ubicada en una pequeña isla sobre el lago de Petén-Itza y está conectada por un puente a Santa Elena, una ciudad mucho más grande y sin mayor atractivo.

Este es lugar de base de todo aquel que va a visitar las famosas ruinas de Tikal, que se encuentrar a pocos kilómetros.

Nosotros tan sólo pasamos un par de días por allá, y uno de ellos lo dedicamos en exclusiva a visitar la más grande y espectacular de todas las ciudades mayas que hemos visto.

Como íbamos un poco cortos de dinero y la entrada ya costaba lo suyo (después de recorrerte medio país, no es plan no ir a las ruinas porque cuestan un pastón...), en un principio teníamos previsto ir sin guía, pero en la furgoneta que nos llevaba a la zona arqueológica conocimos a Nacho, un madrileño que trabaja en EE.UU. y que se había tomado un año sabático para viajar y para visiar ruinas mayas, que le apasionaban. Él ya era la segunda vez que visitaba Tikal (y acababa de llegar de una excursión de 6 días por la jungla para visitar unas remotas ruinas) y esta vez iba a visitarlas en compañía de Juan, un viejo guía con el que había entablado amistad. Así que como ya lo tenía apalabrado y vio que nosotros no íbamos a pagar guía pues nos invitó a compartirlo.

Y menuda suerte la nuestra, porque la experiencia de visitar estas ruinas fue totalmente distinta. Juan se conocía de corazón toda la historia de Tikal y de los mayas en general, un verdadero apasionado del tema que se emocionaba mostrándonos lugares recónditos de Tikal y que además sabía un montón sobre la flora y la fauna de la selva, porque las ruinas de Tikal están en plena jungla. Así que de la mano de Juan conocimos los templos mayas y desciframos sus estelas, aprendiendo sobre sus distintas dinastías, guerras y períodos que pasó esta ciudad maya. Él nos habló de todo lo que albergaban aquellos templos que teníamos frente a nosotros y que no había sido revelado para evitar su degradación, incluido el enorme templo IV que con sus 640 m es considerada la construcción excavada más alta de la América Precolombina.

Estuvimos casi ocho horas paseando por esta jungla plagada de templos sin cruzarnos a casi ningún turista (estos visitan tan sólo las partes más importantes de las ruinas y sus tours vuelven pronto a Flores).

Maravillados por el mundo maya al que nos había introducido Juan y Nacho, que también era un experto en el tema, quedamos a cenar con Nacho y unas arqueólogas de la Universidad de Alicante que estaban trabajando en unas ruinas no muy alejadas de Flores. Ellas nos contaron sobre el trabajo de los arqueólogos, las distintas maneras de realizar excavaciones, sobre los saqueadores de ruinas (todas las ruinas que se excavan han sido ya saqueadas en varias veces por buscatesoros muy profesionales) y las penurias laborales de l@s arqueólog@s en España (especialmente si tu disciplina sólo se encuentra al otro lado del Atlántico)

La mañana siguiente emprendimos camino de regreso a México y para ello cogimos un bus que nos llevaría hasta la Técnica, a las orillas del río Usumacinta, que en esta parte del país delimita la frontera con México. En la aduana guatemalteca los funcionarios nos intentaron timar exigiéndonos el pago de un impuesto por el “abandono de país por vía fluvial”. Nosotros nos mantuvimos firmes porque sabíamos que este tipo de timos ocurren frecuentemente en las fronteras de Centroamérica y les exigíamos un justificante que evidentemente decían no poder otorgar. Después de discutir con dos funcionarios y bajo la amenaza de ponernos en una lista negra, conseguimos marcharnos con nuestro sello de salida y sin tener que pagar ni un quetzal. Eso sí, el tipo, muy cómicamente hizo como que introducía nuestros datos en una base de datos de morosos.

Otro suceso interesante fue descubrir que la mayor parte de los que llegamos a la frontera eran jóvenes emigrantes de Centroamérica rumbo a la frontera con EE.UU. Mientras nosotros negociábamos la tarifa con un barquero que nos llevaría a la orilla mexicana, ellos buscaban vías alternativas para poder cruzar sin tener que pasar por el puesto de migración mexicano. Nosotros les deseamos buena suerte en el difícil camino que les quedaba por delante y desde la barca les dijimos adiós.

Así acabaron nuestros días por Guatemala, una tierra que nos había encantado con sus maravillas naturales y la amabilidad de sus gentes indígenas.

Palo y Mikel

P.D: Podéis ver más fotos aquí

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