jueves, 10 de junio de 2010

Más bonito que un San Luís y más valioso que un Potosí

Nuestra acogida en San Luis Potosí fue de lo más especial. Nada más llegar llamamos a Jose Juan (a partir de ahora CS va a significar que nuestro anfitrión lo hemos encontrado gracias al Couch Surfing) el cual nos dijo que venía a buscarnos con su madre. Caramba. Una familia entera recibiendo a viajeros del mundo, y a más de uno a la vez, porque cuando llegamos a la preciosa casa que tienen también estaba allí Ash, un australiano que encantado con ellos se había quedado una semana entera (curioso personaje que viajaba con una bolsa de plástico con sólo tres camisas, pero una súper cámara, ordenador y iPhone) La familia era para enamorarse. La madre, Cristina, una guatemalteca que se desvive por sus hijos al mismo tiempo que disfruta viéndolos viajar y madurar. Porque le han salido unos chiquillos bien precoces. José Juan se marchó hace 2 años, con 18 añitos a recorrer el este de Europa con una mochila y María, la pequeña, el año pasado, con 16 años decidió que quería cambiar de vida y se le ocurrió marcharse a la India a aprender yoga en un internado Sij. Ahora ha regresado a casa a pasar unos meses pero pronto regresará. El mayor es Manolo, el más tranquilito, aunque ya está pensando en irse a estudiar a España o Australia. Por último, el padre, llamado Manolo también, un tipo relajado y bohemio por lo que nos contaron que disfrutaba cuidando su jardín y su huerto con cuidadoso esmero.

Finalmente no pudimos quedarnos en esa casa (era el cumpleaños del padre y todos se iban a celebrarlo a un terreno en el campo) pero no tardaríamos en verlos ya que nos invitaron a pasar el domingo a su casa. Así que al final nos quedamos en casa de Iván, uno de los mejores amigos de José Juan con quien conectamos estupendamente. Esa noche salimos por la ciudad y nos fuimos a juntar un montón de gente,entre ellos todos los hermanos con sus respectivos amigos. Primero estuvimos en una cantina de esas de mala muerte donde el calor invitaba a no dejar de beber micheladas(cerveza con salsa inglesa). Luego fuimos a otro bar donde despedimos a Ash y a un amigo mexicano que agarraron el tren a las tres de la mañana destino a la Huasteca Potosina (nos referimos a viajar en un tren de carga al más puro estilo “espalda mojada”). Finalmente, acabamos en la fiesta de alguien que nadie parecía conocer y de la que nos marchamos a las cinco de la mañana porque éramos los únicos que quedábamos.

Al día siguiente, tras conseguir despegar los ojos, nos fuimos a conocer la ciudad con Ivan, que muy amablemente fue nuestro guía turístico. Paseamos por sus adoquinadas calles, vimos algunas de las numerosas iglesias y hasta visitamos una antigua cárcel convertida en un centro cultural. Una de las cosas más curiosas y que más nos gustó fue encontrar diferentes estatuas en honor a personajes entrañables que vivieron en la ciudad. Entrañables, pero no famosos en el sentido histórico, como Juan del Jarro, un borrachín con pinta de vagabundo muy querido en la ciudad y que tras su muerte se descubrió que era millonario o una señora que alimentaba a las palomas. Claro que sí. Nosotros reivindicamos una estatua a los punkis del Madrid Rock y al mítico Joaquín de Ciudad Universitaria.

El aplastante sol nos venció y nos fuimos a casa a descansar. Íbamos a dormir la siesta pero al final nos quedamos atrapados en una conversación con Iván sobre el cuerpo. Fue muy interesante conocer el punto de vista de alguien que considera el cuerpo como un lienzo donde experimentar todo tipo de modificaciones, desde tatuajes, cortes, implantes o lo que nos resultó más increíble, las suspensiones corporales (permanecer suspendido de la piel por ganchos durante unos minutos). Aunque opuesto a nuestros pareceres, no deja de tener razón cuando dice que el cuerpo va a acabar podrido, así que¿por qué no experimentar con él mientras estamos vivos? Fue un rico intercambio de pareceres que nos hizo a todos reflexionar.Por la noche la fiesta vino a casa. En la azotea disfrutamos de la música y de la compañía.

Al día siguiente era el día que José Juan y su familia nos habían invitado a su casa del campo ya que María (la hermana pequeña) organizaba un día de yoga, comida vegetariana y meditación. Nosotros preparamos un rico gazpacho ya que estaba prohibido el azúcar, el alcohol y la carne. Lo pasamos estupendamente sin parar jugar a todo tipo de cosas como el Khabati, un juego indio de lo más agresivo pero también divertido. Después de la sesión de yoga y una rica cena vegetariana terminamos bailando bhangra, el tradicional y divertidísimo baile de la región india del Punjab(podéis ver algún vídeo en flickr) y durmiendo al aire libre bajo las estrellas. Al día siguiente emprendíamos de nuevo camino destino el altiplano y desierto potosino. Esta vez la despedida costó más. En muy pocos días habíamos cogido mucho cariño a esta mágica familia y amigos que nos habían tratado tan bien. Pero así es la vida del que viaja, conociendo a mucha gente y también diciendo adiós muchas veces. Aunque esta vez esperamos volverles a ver.

Palo y Mikel


P.D:Podéis ver más fotos aquí

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